7.12.06

A cada època su Arte. Al Arte su libertad.


En la magnifica exposición de Gustav Klimt que vi ayer en la fundación March (ese prócer de la patria al que debemos agradecer el alquiler del Dragón Rapide, que traslado a Franco de Canarias a la península para encabezar el glorioso alzamiento nacional) me mostró por primera vez, el original litográfico que tengo como emblema del blog “me gustariaquelascosasmepasaran2vecesporlacabezaantesdedecirlas”. El cartel de la secesión vienesa de 1898. Un cartel de propaganda. Ideológico. Portavoz de una consigna de grupo. Pintores, escultores, diseñadores… que se separan de una concepción academicista del Arte de la academia de Viena.


Klimt nos propone un parricidio a interpretar en clave Freudiana. Elige a Teseo porque él parte de una sólida formación academicista (no hay más que ver sus bocetos de figuras y sus primeros retratos para ver que podría haber sido si hubiese querido, uno de los reyes del post-neoclasicismo) y Teseo forma parte de la mitología clásica, pero nos lo sirve en un plato diferente y corrosivo. Teseo se ofrece para ser sacrificado y satisfacer las ansias del minotauro. Teseo es el símbolo de la democracia, de los pobres frente a los poderosos. Es la joven razón desnuda dando muerte a lo irracional. Ellos (los secesionistas) están dispuestos a acabar con el arte caduco de su tiempo. Apelación directa a la sinceridad en el arte. “a cada tiempo su arte, a cada arte su libertad”. Partiendo de la mitología griega nos propone un mensaje para el arte de entre siglos. Hasta aquí hemos llegado. Palas Atenea (la misma que estaba frente al parlamento vienes) es testigo lanza en mano y escudo de Gorgona, esto va en serio. Su revista era “primavera sagrada” (antiguo ritual romano donde los mayores ofrecían a los jóvenes en épocas de peligro), ellos también están dispuestos a sacrificarse para regenerar el arte. El cartel nos muestra una hermosa columna en blanco donde la vista nos resbala portándonos a la acción guerrera de Teseo. Tal vez Klimt nos lo dejo como espejo en el que mirarnos y reflexionar sobre nuestro arte a las generaciones venideras.


Los algo más que poderosos murales para el aula magna de la Universidad de Viena nos muestran el simbolismo y radicalidad de alguien que escapa de su tiempo hacia la eternidad. El teatro del mundo que nos muestra es rechazado por los enjutos rectores como hoy los poderosos dueños de empresa rechazan los trabajos de las jóvenes creativas de 25 años, auto jactándose de su intuitiva y mediocre intuición. Los mundos de sacerdotisas del amor y del deseo, de la muerte y del placer, se nos abren a la vista y a todo el cuerpo haciéndonos sentir ganas de adentrarnos en esos paneles oníricos (mostrados en la Expó en gigantescas reproducciones fotográficas) para pedir asilo en el mundo de Judith (aunque se quede literalmente con nuestra cabeza) y de Dánae. Mujeres fatales que nos prometen un viaje a Tánatos digno de ser pagado porque intuimos el elixir del amor ultraterreno, ultra placentero. El único por el que merece la pena volverse loco. Las formas bulbosas nos envuelven, las serpientes y los tentáculos pulposos nos hipnotizan más que nos alejan. Schopenhauer y Wagner sobrevuelan esos mundos del poder de la melancolía y de la libertad, de Saturno y de la absenta, de la obra nueva y total, y la voluntad. En el 45, los chicos de las SS dieron cuenta de la poesía de parte del Arte de entre siglos de Europa, las vanguardias se trasladaron a América y el dinero y el coleccionismo dieron cuenta de ellas.

Lo que nos muestra entero la Expó recuperando su casi formato original es el no menos valiente “Friso de Beethoven”. 7 paneles al fresco realizados para la XIV exposición secesionista, obra total donde se mezclan el pan de oro, el estuco, las piedras preciosas, para llegar a transformar iconos bizantinos en mujeres de mal vivir capaces de entregarnos su cuerpo y su alma. En el arrebatador muro central Tifeo, me tuvo muchos minutos secuestrado (recomiendo ver la muestra un día de diario, los días de fiesta aquello parece el Louvre según te acercas a Monalisa), líneas cambiantes entre mujeres tristes, perturbadas, secuestradas… apelando una modernidad que ya estaba allí y que convirtió Viena en la capital mundial del Arte. La sensualidad se hace realidad allí mismo, delante de nuestros ojos y sientes esa mezcla de ilusión, miedo y placer que solo te hacen sentir algunas mujeres, cuando estas en la hora de la verdad jugándotela frente a frente y tienes que pasar de las palabras a los hechos. Y eso ante una obra de Arte, muy pocos son capaces de hacérmelo sentir. Al acabar el recorrido, en el friso de “El triunfo del amor”, las sensaciones acaban por explotar. El amor es el gran salvador y el gran protagonista de nuestras locuras ¿o no? Nos reconforta el muro de una pared salpicadísimo de influencias bizantinas otra vez, de cloasonismo radical en dos dimensiones y de rostros tiernos. Lo que antes ha sido amenaza y provocación, acaba siendo ternura infinita con un guiño que no nos deja ver el triunfo final del amor en forma de beso. El himno a la alegría sobrevuela nuestras conciencias, la Oda a la Alegría" de Schiller, en la que parece inspirado, nos descansa de tanta lascivia y realidad. Porque ¿hay algo más real que el deseo de amar?

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