4.7.16

10 años. IV y final



TIEMPO DENTRO DE LA MENTE


Valentín y yo tenemos un argumento recurrente cuando nos ponemos a ver quién tiene la polla más gorda. Yo le digo que si quiere mi Time Out Of Mind es suyo por 500. Él me responde que me da su tour book del Devils and Dust firmado por Bruce y su Revolver firmado por los Fab Four por el TOOM y la módica suma añadida de mil lulis. Tan valioso artefacto corresponde a la referencia COL 486936 1, una corta tirada en vinilo holandesa de 1997 de la suprema obra postrera de Dylan. Soy orgulloso poseedor de un ejemplar que de vez en cuando me entretengo en mirar, oler y acariciar, me fotografío con él y se lo envío a mi compadre como pieza de una polifonía pornográfica. Valentín me envía de tarde en tarde enlaces a eBay o a discogs con ofertas a buen precio de alguna de estas ricas piezas. Quiere que mi pericia discófila le asegure que el cacharro es el de verdad, no un trampantojo del codiciado TOOM. Porque la cosa es que creo que lo tiene un par de veces en vinilo, una un auténtico desliz, una copia mala de vinilo rojo pirata culpa del Sanders y -ésta sí que merece la pena- la reedición de Music On Vinyl que salió hace poco. Y seguramente ni lo haya pinchado, porque esto de lo que va no es de escucharlo, sino de tenerlo. Sin ir más lejos, escribo esto oyendo Time Out Of Mind con mi rutilante cuenta de Spotify, cuando cuento con, al menos, cuatro ejemplares físicos del disco de marras. Mientras tanto, mi preciado COL 486936 1 duerme en la estantería plácidamente a la espera de otra foto.

El otro día me envió Valentín un correo con un enlace a discogs donde se podía adquirir por la módica cantidad de 64 euros un ejemplar de la edición holandesa del 97. Eso es tirado en comparación con las enormes sumas que se pagan por el susodicho, devaluado acaso por la reedición de MOV en 180 gramos. Le di mi visto bueno y supongo que ya se habrá puesto en contacto con el guiri para conseguirlo. Igual hasta ya lo tiene en casa. Sin embargo, tanto él como yo sabemos que eso no cambia nada. Ciertamente, mi TOOM simboliza con su valor sentimental mucho más de lo que cualquier mercado discófilo de primera puede apenas atisbar. Mi TOOM simboliza dos vidas en una, la que he pasado con Valentín Calderón y la que no. Si hay algo que me jode en la vida es haber estado en los mismos conciertos sin conocerle, Mérida 93, Cartagena 95, Málaga 99, Motril 2004, y no sólo de Bob, la gira de Ecstasy de Lou, por ejemplo. Eso es lo que me jode, no haber podido vivir esos momentos fundacionales junto a él, al contrario, recuperar la carretera con él en el momento menos atractivo para la vida del fan. Sin embargo, la vivencia de todos estos conciertos del 2008 para acá es más viva porque forjan en mi mente lo mismo que escuchar ahora mismo ‘Standing in the Doorway’, un tiempo férreo y memorial que crea una realidad alternativa donde mi experiencia estética y sensible está más viva porque él está ahí al otro lado. Pare, aunque te pilles el TOOM del guiri te sigo dejando por 500 el mío. Y el Revolver además.


Antonio Curado