TIEMPO
DENTRO DE LA MENTE
Valentín y yo tenemos un
argumento recurrente cuando nos ponemos a ver quién tiene la polla más gorda.
Yo le digo que si quiere mi Time Out Of Mind es suyo por 500. Él me responde
que me da su tour book del Devils and Dust firmado por Bruce y su Revolver firmado
por los Fab Four por el TOOM y la módica suma añadida de mil lulis. Tan valioso
artefacto corresponde a la referencia COL 486936 1, una corta tirada en vinilo
holandesa de 1997 de la suprema obra postrera de Dylan. Soy orgulloso poseedor
de un ejemplar que de vez en cuando me entretengo en mirar, oler y acariciar,
me fotografío con él y se lo envío a mi compadre como pieza de una polifonía
pornográfica. Valentín me envía de tarde en tarde enlaces a eBay o a discogs
con ofertas a buen precio de alguna de estas ricas piezas. Quiere que mi
pericia discófila le asegure que el cacharro es el de verdad, no un trampantojo
del codiciado TOOM. Porque la cosa es que creo que lo tiene un par de veces en
vinilo, una un auténtico desliz, una copia mala de vinilo rojo pirata culpa del
Sanders y -ésta sí que merece la pena- la reedición de Music On Vinyl que salió
hace poco. Y seguramente ni lo haya pinchado, porque esto de lo que va no es de
escucharlo, sino de tenerlo. Sin ir más lejos, escribo esto oyendo Time Out Of
Mind con mi rutilante cuenta de Spotify, cuando cuento con, al menos, cuatro
ejemplares físicos del disco de marras. Mientras tanto, mi preciado COL 486936
1 duerme en la estantería plácidamente a la espera de otra foto.
El otro día me envió Valentín un
correo con un enlace a discogs donde se podía adquirir por la módica cantidad
de 64 euros un ejemplar de la edición holandesa del 97. Eso es tirado en
comparación con las enormes sumas que se pagan por el susodicho, devaluado
acaso por la reedición de MOV en 180 gramos. Le di mi visto bueno y supongo que
ya se habrá puesto en contacto con el guiri para conseguirlo. Igual hasta ya lo
tiene en casa. Sin embargo, tanto él como yo sabemos que eso no cambia nada.
Ciertamente, mi TOOM simboliza con su valor sentimental mucho más de lo que
cualquier mercado discófilo de primera puede apenas atisbar. Mi TOOM simboliza
dos vidas en una, la que he pasado con Valentín Calderón y la que no. Si hay
algo que me jode en la vida es haber estado en los mismos conciertos sin
conocerle, Mérida 93, Cartagena 95, Málaga 99, Motril 2004, y no sólo de Bob,
la gira de Ecstasy de Lou, por ejemplo. Eso es lo que me jode, no haber podido
vivir esos momentos fundacionales junto a él, al contrario, recuperar la
carretera con él en el momento menos atractivo para la vida del fan. Sin
embargo, la vivencia de todos estos conciertos del 2008 para acá es más viva
porque forjan en mi mente lo mismo que escuchar ahora mismo ‘Standing in the
Doorway’, un tiempo férreo y memorial que crea una realidad alternativa donde
mi experiencia estética y sensible está más viva porque él está ahí al otro
lado. Pare, aunque te pilles el TOOM del guiri te sigo dejando por 500 el mío.
Y el Revolver además.
Antonio
Curado