30.9.07

Mi hermano Raúl Soto me manda esta imagen y una pequeña reflexión. Aquí lo cuelgo porque quiero.


HOMENAJE

La imagen impresiona en un primer vistazo, tras el cual se aprecia le bella y conmovedora intención de los ramos tricolores. Nos acercamos poco a poco a restaurar, a igualar los muros de las iglesias castellanas de mi infancia que homenajeaban a José Antonio y al resto. Ellos estaban presentes. Ahora los nuestros también. ¡Viva nuestra España! ¡Viva la república!

25.9.07

Golpe a la patronal

Cuando cayó en mis manos la invitación al acto, supe que había llegado el momento. Tantos años de militancia en el Partido Comunista se habían convertido en una especie de asociacionismo en un club de compadreo con el capital, cuya máxima ocupación era trabajar pegando carteles en vísperas electorales para poder sacar diputado más, diputado menos, que sirviera de pedigrí social al gobierno para aprobar los presupuestos generales de el estado. Tras mi paso fugaz por organizaciones anarquistas de medio pelo, cuya idea de la acción directa se reducía a poner notas en los parabrisas de los BMW, mis 2 amigos y yo decidimos reconducir la idea de nuestro grupo de intervenciones artísticas en el arte no comercial, hacia intervenciones no tan artísticas pero más efectivas, que no solo tuvieran repercusión en revistas de Arte contemporáneo sino en la prensa internacional. La ocasión era única. Entrada asegurada a un acto donde ocuparían el estrado los máximos gerifaltes de la CEOE perfectamente alineados a escasos metros.
Días antes de nuestra asistencia al acto, estuvimos estudiando el edificio en su exterior, la manzana de calles y los edificios colindantes. Calle Diego De León, numero 50. Perfecto. Daba a esquina con Príncipe de Vergara y a 2 manzanas, el Hospital De La Princesa donde hacia años me operaron de máximo. El objetivo seria alcanzar Francisco Silvela a pie y allí montar en coche y perdernos por los túneles de los bulevares hasta alcanzar O´Donell. Las pistolas son fáciles de conseguir en mi barrio. No de un dia para otro como los aparatos de música de los coches o x gramos de farlopa, pero si en el plazo máximo de una semana. El tiempo que tardaron en traérnoslas. 150 por pieza no es un precio caro cuando se habla de armamento que se hará famoso. Con ellas en la cintura fuimos varias noches en mi coche al páramo que aun separa San Blas de Moratalaz cerca del cementerio. No solíamos fallar objetivos, ni cuando soltamos el gato de mi vecina y le azuzamos para que corriera campo a través. Objetivo pequeño y en movimiento, los tres le acertamos a 50 metros. En Diego De León 58 hay un bar que se llama DASER. Allí conversamos y atamos cabos la noche anterior. Todo estaba asegurado. Lo que se preveía como un tranquilo acto de presentación de un libro, casi un homenaje el pionero que comenzó los negocios internacionales con el inmenso mercado del mundo, se iba a convertir en el mayor atentado contra una clase en la historia de España. Fumamos mucho pero no bebimos más que refrescos, aun así de camino a casa hubo animo para entonar “Bandiera Rossa”.

La mañana de la acción me levante muy temprano. Abrí un cajón de mi mesilla y destape del tarro de oraldine los viejos “brackers” que años antes habían corregido mis dientes en la dirección correcta como para que unas cuantas hayan querido dormir conmigo. Los volví a limpiar cuidadosamente y con pasta corega-ultra me los fui colocando uno a uno en los dientes. Pase entre ellos un pequeño alambre como hace lustros hizo la primera mujer a la que dedique un poema. La doctora Begoña Wucherpfenning. Al ponerme los últimos brackers en la muelas tuve que cortar el alambre con un alicate y aplicarle una buena dosis de vaselina aunque sabia que más pronto que tarde me acabarían rozando y sangrando las paredes interiores de la boca. No comí nada en todo el dia puesto que no creo que el frágil fijador y los alambres soportaran el más mínimo paso de un cepillo de dientes.

A Las 6 mis camaradas ya estaban en el DASER. Yo llevaba las 3 pistolas pegadas con espadatrapo al torso. Seria yo quien las pasaría y al que los guardias pararían al sonar el escáner que registra los metales. Ellos pasaron los primeros con las invitaciones escupidas por mi impresora hacia unas horas y al entregar la mía las barras detectoras comenzaron a emitir un pitido característico. Al acercarse los guardias jurados me abrí la americana de lino blanco y solté una mueca estudiada al milímetro en el espejo. -¡Ya, los brackers! Sonreí mientras abría la boca y enseñaba los dientes de reflejos metálicos. Sonrieron también los esbirros mientras me indicaban la dirección del ascensor que conducía al salón de actos. Al salir del ascensor buscamos unos lavabos donde no sin hacerme una depilación sin cera, nos repartimos las Barettas.


Éramos los primeros en llegar. 3ª fila, pasillo exterior, muy cerca de la puerta. Estábamos solos aun cuando apareció Juan Jiménez de Aguilar. La vieja momia retrasada mental ya no estaba en la cúpula de la organización, pero no se sabe como apareció por allí, prensa salmón en mano, y como no había nadie aun nos saludo cordialmente. –Buenas tardes, jóvenes. Estuve a punto de descargarle el cargador en ese momento. Lo pensé dos veces y no puse en peligro la operación y la huida. Poco a poco los invitados fueron ocupando las rancias butacas donde se votaron a la búlgara las políticas que hicieron, que el crecimiento de el país se supedite a sus ganancias desde los pactos de La Moncloa. A las 7 y 10 comenzó el acto. Garriges Walker, Lamo De Espinosa… Solo faltaba Cuevas. Hubiera permitido que me corrieran allí mismo si hubiera tenido una sola oportunidad de disparar a José Maria Cuevas. El amigo de Antoñito Gutiérrez (el guapo) y de Cándido, el amigo de “El Medico”. A las 7:30, mientras Sacco se levantaba y encañonaba al auditorio de unas 100 personas, Vanzetti vaciaba el cargador automático sobre todas las cabezas de la mesa de honor. Hice una parábola para no tirar sobre el representante chino y sobre el autor del libro, cuyo apellido me sonaba y podía ser familiar de la persona que me había invitado. Rara invitación después de tanto tiempo sin comunicarnos, iba a tener noticias de mi presencia segura en el acto seguramente por el canal internacional de televisión española, o si no se cogia, por la misma prensa china. Al mirar a Sacco para indicarle que mi trabajo ya había concluido, pude ver en el la butaca contigua a la suya a mi amigo Nicolás Castejón. Estuve tentado de llamarle durante toda la semana para recomendarle que no asistiera al acto. Le pensaba citar para invitarle a unas cañas en La Latina y luego dejarlo tirado. Seria una putada que se quedara toda la tarde esperándome en “El Café Del Viajero”, pero aun seria mayor la faena si a Sacco se le escapa uno de los tiros al techo contra mi amigo.


Durante el segundo en el que nuestra vista se cruzó, tuve tiempo de guiñarle un ojo y de indicarle que siguiera tendido en el suelo. Al empezar a acelerar hacia la salida del salón, oímos que Malatesta, ya había comenzado a despejar el camino. Debajo del mismo marco de la puerta disparaba a los jurados que doblaban la esquina del pasillo. Con la sangre del estrado llegando al patio de butacas, salimos a la izquierda del salón buscando la escalera de incendios. Nadie nos seguía. Llevábamos con nosotros 3 rehenes a los que encerramos en un despacho del 4º piso tras habernos cambiado la ropa con ellos. En la 9 planta ya teníamos puestos los tablones de andamio que nos harían cruzar la calle General Pardiñas, tras haber saltado las azoteas de los edificios colindantes a la sede patronal. Los alumnos de Wucher habían cumplido su misión media hora antes. Exactamente por los mismos tablones sorteamos Díaz Porlier. Ya en la azotea de “La Princesa” tuvimos tiempo de echarnos un cigarro, mientras nos volvíamos a cambiar de ropa y nos poníamos pijamas de enfermos. En Diego De León ardía en sirenas de ambulancia y de policía, mientras se acordonaba la zona. Pegamos los tablones a la balaustrada de la cornisa mientras los primeros vecinos miraban la azotea. Rápidamente empezamos a bajar escaleras hasta reintegrarnos a la vida hospitalaria yo en la 7ª, Sacco, en la 5ª, y Malatesta en la 2ª. Sacco fue detenido a 10 pasos del hospital por empeñarse en salir por la misma Diego De León y no caer en el pequeño detalle de volverse a cambiar de ropa. Yo salí por Conde De Peñalver donde recordaba las urgencias. Me cambien en un vox tranquilamente. Enfile hacia Francisco Silvela fumando un cigarro tras otro. Arranque mi coche cerca de Manuel Becerra y lo metí en un garaje de Vallecas. Escribo desde el chalet de la novia de un amigo. Puedo ver el mar cuando me asomo por la noche. Espero a Malatesta.
No creo que Sacco cantara.

15.9.07

Ustedes tienen la culpa por reírme las gracias. Quienes me conocen saben que eso no se puede hacer porque corren el riesgo de sufrir la misma durante los próximos 5 años. Pero bueno haré un bis y les contare otra de estas aun arriesgo de que que me insulten llamándome monologista o cuentacuentos, cuando yo lo que quiero ser es cantante de tangos en cabarets de tercera donde no paguen pero dejen beber gratis y que se enamoren de mi las maduras clientas.


Entro a comer en casa Donals, previo paso por el Kiosco para distraerme y no mirar la comida mientras me enveneno. A la entrada a la catedral unos tipos de naranja de la banca imaginativa, o algo así, me miran y no me abordan porque llevo el traje de campaña y parezco una mezcla de guerrillero del polisario con ala-pívot del equipo Madrid II, Soto del Real. Me siento y abro la prensa pero la mente me trae el recuerdo de Luisa Elena. No se si hay días iguales o días distintos pero quisiera no olvidarme nunca de esas faldas al vuelo. Solo a ella le quedaría bien esa ropa. Rasgos de india de una reserva con modales aristocráticos de Europa. Apellido italiano y acento yankee, risa a flor de piel y gesto en el pasillo de pandillera de L.A. En la corta distancia perdía el acento y se la entendía un castellano perfecto por lo que creo que era más pose que otra cosa. Pero… Como la quedaba. Cultura de Berkeley por los pasillos autónomos, pelo largo, risa floja, San Bartolomé de las casas y Murillo, que Viva la virgen de Guadalupe y mueran los gachupines. Comía pringando el periódico porque no me han puesto servilletas y recordaba días como el que se estropeo el proyector y nadie era capaz de repararlo. A la que salio de clase a buscar otro, yo le atiné un puñetazo que hizo que el aparato entrara en razón y volviera a proyectar luz sobre las diapositivas. Las carcajadas de la muchachada hizo que Luisa Elena volviera sobre sus pasos y al abrir la puerta y ver las risas y el aparato funcionando, me dijo- No quiero saber como lo has arreglado. También me acuerdo del dia que teníamos un examen práctico en el museo de América sobre obras escogidas por nosotros mismos. Tras algunas tardes yendo con mi Juanlu a estudiar al propio museo nuestras obras y después a la biblioteca de Centro De Estudios Americanos, que también esta en Moncloa, El tigre escogió La Estela De Madrid y yo una escena de la conquista de México. Una tabla del encuentro de Cortés con Moctezuma. Juanlu yo le aviamos puesto ilusión y trabajo porque los dos babeábamos delante de Luisa Elena en primera fila. Pero la noche anterior nos fuimos a relajarnos después del estudio y de acabar el trabajo, y la mano y también la muñeca y el brazo se nos fueron entre vino y vino discutiendo si era mejor José Alfredo que Negrete. Entre Brindis por Madero y Diego Rivera eran las 6 de la mañana y había que estar en el museo a las 10 con el trabajo y con un monologo de por lo menos media hora en la cabeza, para hablar sobre las obras elegidas. Cuando me levante a las 10 menos cuarto y llame al tigre de San Blas, esté tenia el móvil apagado. Cogí el coche mientras renegaba de las mañanitas y llegue a la media hora al museo. Entré corriendo con los sudores de junio cayendo por toda mí frente y al rato alcance con la mirada en una sala al grupo de compañeros que seguían las explicaciones de uno de ellos. En la próxima sala estaba mi obra. Al llegar, Luisa Elena me miro. Yo portaba descompuesto. Sudando mares, con un dolor de cabeza del que todavía me acuerdo, sin apuntes… -Y Juan Luis?
-Juan Luis quiere mucho a México, al arte de la conquista, al Perú, a Los Incas, a la abeja Maya y al subcomandante Marcos en particular, pero mire usted. Es que ya sabe que trabajamos juntos y justamente nos ha llegado esta mañana un camión de gorras del Getafe que acaba de ascender, y ya sabe usted la prisa del comercio. Se ha tenido que quedar para descargarlas. La sala del museo se convirtió en un teatro y las risas aún retumban entre tumbas precolombinas y mascaras de Tlaloc. Aun así Luisa Elena no nos quiso catear y nos dio otra oportunidad. Yo solté un speech de 5 minutos como siempre me pasa cuando tengo que hablar en público de una obra, por bien que me la sepa. Y luisa Elena cuando íbamos andando detrás de la comitiva solos me recomendó que me fuera a dormir y me secara el sudor.
Tiempo después no se si fue Luis Sotillos el que me dijo que la había visto en Los Verdi de Santa Engracia. Yo paseo mucho por Chamberí mientras emulo a Tierno y a Umbral pidiéndome un Machaquito. Si me encontrara a Luisa Elena Alcalá Donegani en el cine o en una tasca No sabría que decirla. Que era yo quien la ponía en las hojas de las notas ¡que bueno que viniste'. No. No seria buena idea, podría decirles a los demás colegas que ha encontrado al tipo que tambien les ponía a los demás “Tú también estas en mi lista”. Me acuerdo de ella con cariño, siempre la tuve respeto. Otra cosa es que ella leyera mi pensamiento. En fin.
Me acabe el nosequé con queso y me fui a casa. Me duché, me cabié, y escribí esto antes de salir otra vez por la puerta.

13.9.07


Ahora que se imponen las tareas del hogar o el caos, las afronto con gallardía y buena intención. Cuando me acuerdo de comprar el pan, nunca lo hago en el mismo sitio y lo compro por los más diversos chinos de Madrid. Ayer una chinita me preguntaba 20 veces si lo quería deña. Tras achinar yo los ojos otras veinte veces a ver si me enteraba por telepatía y no conseguirlo, la dije que sí. Cogió una barra tostadita y entendí que decía ”de leña”. Me lo comí solo. ¿Para que perder el tiempo preparando acompañamiento a un rico pan deña? Por lo menos me lo comí. Otras veces decido comer en casa y no tengo pan y otras lo compro y no como en casa.
Otras de las cosas que no se me resisten es la lavadora. Tantos años de terror al aparato y resulta que funciona como una ruleta rusa. Le das a la ruedecilla y donde salga. Echas salsa rosa en los compartimentos (yo pongo en los 3 para que no falte de ná, aunque me temo que con echarlo en uno solo basta) y a funcionar. Total… Si la ropa sale igual de arrugada lo pongas como lo pongas. El momento de tender también me ha deparado emociones inesperadas. Lo de tender es una ciencia que como dice mi jefe, se descubre con la practica. Hay que tener algunas bajas antes de que salga a la primera. Yo he perdido solo calcetines, menos mal. Por que si se desprende alguna camiseta del Never Ending Tour me tiro detrás de ella. Y es que la movida está en tender en la cuerda de abajo, nunca en la de arriba porque entonces no corre la cuerda. Claro… Tanta carrera y tanto Nietzsche y no me cosco de como funciona una polea. Si es que tenia que haber hecho ciencias como los espabilaos de verdad. Claro que la cosa también te da sorpresas a ti. Según abro la ventana del tendero… zas. Unas braguitas (quizás era un tanga, aunque hace mucho que no tengo una en la boca y no sabría si ese me cabría). Con su conejito de playboy y todo. Con las mismas lo cojo y… No, no me lo he llevado a la boca ni lo he olido. Lo he dejado caer al vacío del tendero donde cuerdas más solidarias que las mías seguramente lo subirían de piso en piso buscando a su dueña. (Yo he hecho un estudio del personal del 10 y del 11 previamente, que gilipollas no soy, pero no me salía ninguna diva que encajara ante la prenda) En eso que estoy un rato tendiendo mientras escucho La Lengua Popular y me saluda la vecina del octavo desde abajo. Nunca tuve esa perspectiva de mi vecina antes, con lo cual la próxima vez que me la cruce la saludare sin duda de otra manera. Quizás más sonriente, quizás más agradable, será sin duda de otra manera. Gran movida también las reuniones de vecinos. Toda la vida en la finca, pero parece que el personal me sigue mirando como si tuviera 11 años. Dan ganas de coger un Winchester y ordenar que se callen los que piden la palabra para oírse a si mismos. Una cosa a la que tengo que adaptarme es a no abrir la puerta en calzoncillos. Como antes nunca me ocupaba del timbre ahora viene la maciza de la tesorera a cobrar y yo la recibo a puerta gallola mientras suena “No se puede vivir del amor”. -Son 10 euros, vecino.

10.9.07


El anhelo de infinito, la intensidad total, los cipreses que median entre la tierra y el cielo, lenguas de llama oscura que penetran en el cielo. Árboles severos que se dan al baile entre el viento. Sobre el horizonte, una estrella luminosa que apaga la franja justamente debajo. Montañas de perfiles biomorfos que serpentean como olas donde no existe el mar, solo tierra y fuego. Entre casa de locos y crisis místicas, la violencia se desata en los lienzos, la velocidad del que quiere detener el tiempo en el limite de lo visible. La nebulosa se enciende en espiral, la luna naranja es a la vez sol. La aguja de la iglesia, perfil en negro en el fondo del pueblo. Sin perspectiva encima las capas de cielo, las estrellas de núcleo de coral, el horizonte eterno.