6.11.15

Pasolini...




“Análisis tardío”

(Fin de los años sesenta)
Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.

“Al muchacho Codignola”

Querido muchacho, sí, claro, encontrémonos,
pero no esperes nada de este encuentro.
Si acaso, una nueva desilusión, un nuevo
vacío: de aquellos que hacen bien
a la dignidad narcisista, como un dolor.
A los cuarenta años yo estoy como a los diecisiete.
Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete
pueden, claro, encontrarse, balbuceando
ideas convergentes, sobre problemas
entre los que se abren dos décadas, toda una vida,
y que, sin embargo, aparentemente son los mismos.
Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras,
aridecida de llanto y deseo de estar solos,
revela su irremediable diferencia.
Y, además, tendré que hacer de poeta
padre, y entonces me replegaré sobre la ironía,
que te incomodará: al ser el de cuarenta
más alegre y joven que el de diecisiete,
él, ya dueño de la vida.
Más allá de esta apariencia, de este aspecto,
no tengo nada que decirte.
Soy avaro, lo poco que poseo
me lo guardo apretado en el corazón diabólico.
Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,
bajo la boca torcida a furia de sonrisas
de timidez, y los ojos que han perdido
su dulzura, como un higo agrio,
te parecerían el retrato
precisamente de esa madurez que te hace daño,
madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte
un coetáneo, simplemente entristecido
en la delgadez que le devora la carne?
Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto
es árida piedad.

“Dies Irae”

No, con mi honesto corazón no me alío.
Es muy puro, tiene el frío de la muerte,
y ustedes, que no explotaron su ardor
ingenuo, sus reclamos perentorios,
tienen la esperanza de que lo escuche
este ladrón de sí mismo que yo soy…
¡Ese día, vencido, escucharé mi llanto,
pero tendré en la mano el ciprés, no el olivo!
Ustedes saben, oh ángeles, que tienta
mi voz el bárbaro que estuvo
ante una tierra de albas y de gemas:
era la tierra que yo vi sobre Livenza,
sobre el Po, sobre Reno, cuando un hacha
de dos filos de oro pueril en la mano
agitaba dichoso sobre el padano
paisaje: allí, mi familia, indemne
verde tribu, vivía en lo creado.
Pero ESTABA ya mi condena en mí.
Y se desencadenará si los dulces hilos
de la alegría he perdido… Oh Dios, está
ya en mí mi fantasma, mi autómata,
que me suplantará en el viejo aroma
de mi cuarto, de mi tierra, y ay de mí,
del mundo, casi increado todavía,
por el que el muerto ya no se apasiona.

“Manifestar”

(Apuntes)
Manifestar significar con palabras no se podría
pero con aullidos sí
y también con pancartas, o canciones;
.
Vinieron para rehacer el mundo
y, manifestando, se declararon a la altura
La fuerza está en la virilidad, como en otros tiempos
Pero la amabilidad se ha perdido
.
Cualquier cosa que se manifieste
lo único que se manifiesta es la fuerza
aunque sólo sea la fuerza de los destinados a la derrota
.
Todo lo que no se puede significar con palabras
no es más que pura y simple fuerza-
¡Pero cuánta inocencia en no saber esto!
¡Qué jóvenes hay que ser para creerlo!
.
Ya se que la libertad es incompatible con el hombre
y el hombre, en realidad, no la quiere, intuyendo que no es para él,
¡cuántas obligaciones me he inventado envejeciendo
para no ser libre!
De acuerdo, pero los más ingenuos, los más inexpertos, los más simples,
los más jóvenes, aún se inventan más obligaciones de éstas,
es más, al venir al mundo lo primero que hacen es adaptarse a ello;
triunfalmente;
haciendo creer a sí mismos y a los demás
que se trata de obligaciones necesarias a una nueva libertad.
La realidad es que un muchacho venido aquí de la nada, y totalmente nuevo,
se las ingenia enseguida para defenderse de la verdadera libertad
Es, sobre todo, un muchacho que conoce y acepta los deberes;
y manifiesta la fuerza de su aceptación,
maravillosa adulación del mundo.
.
La gracia renace siempre a través de la obediencia
y puede que, puede que…
¡Obedecer a los deberes de la revolución! ¡Manifestando!
.
Por densa que sea la trama de los deberes de un anciano
algo en ella se ha desgarrado
y yo, en efecto, vislumbro la intolerable faz de la libertad;
no teniendo ya ni gracia ni fuerza,
intenté entonces defenderme sonriendo, como precisamente
los viejos, que se las saben todas –
Pero la libertad es más fuerte: aunque sea por un rato
quiere ser vivida –
.
Es un valor que destruye cualquier otro valor
pues todo valor no es más que una defensa
erigida contra ella;
.
y los valores, precisamente, son sentidos sobre todo por los simples;
por los jóvenes
(sólo en ellos, precisamente, la obediencia es gracia);
.
Es en ellos en quienes los Jefes cuentan para seguir adelante,
con sus limpias, inocentes filas –
Sencillez y juventud, formas de la naturaleza,
en vosotras la libertad es renegada
.
a través de una serie infinita de deberes,
limpios, inocentes deberes, a los que, manifestando
se grita con aire amenazador obediencia
que los sencillos y los jóvenes son fuertes
y aún no saben que no pueden tolerar la libertad.

19 de abril de 1970 

“El motivo de Charlot”

Sobre las sábanas calientes, retorcidas
abandonado como un borracho o como
un crucifijo, muelle, recién quitado
de la cruz, es la ciega inacción
de un disgusto sin la pureza
que dá al pecado luz de expresión,
la renuncia del enfermo que acaricia
el viejo mal – que aquí me tiene:
y no es noche; ya es mañana, una brisa
cálida jadea en la habitación llena
de mí, de mi lecho blanco y fogoso;
y, fuera, deslumbra, ya alta, la serena
jornada estival. Que todo sea pecado
sensual, bajeza y éxtasis de carne
resonando por el olvidado
barrio – es una pobre radio la que da
nueva certeza, con loca nostalgia.
Esparce alrededor con vehemencia cálidas y descarnadas
músicas de baile; y alegría
popular aflige el arrabal,
tan vivo, reciente; la abrasada vía
festejante de muchachos y perros, la colada
de harapos en la que ondea la miseria…
Ah, dichosa la vida ajena, ¡dichosa
la humilde culpa de sus deseos!

“Ladrones”

Una vez regresado a tu madre
¿sentirás todavía
sobre los labios
los besos que te he dado como un ladrón?
¡Ah, ladrones los dos!
¿No estaba oscuro en el prado?
¿No robábamos a los chopos
la sombra en tu bolsa?
Los conejos se han quedado
sin hierba esta tarde,
y tus labios robados
besan la primera estrella…

“Al príncipe”

Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí toda la vida…
Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

“Abro a la mañana de un blanco lunes…”

Abro a la mañana de un blanco lunes
la ventana, y la calle indiferente
roba entre su luz y sus rumores
mi presencia infrecuente entre las hojas.
Este moverme… en días totalmente
fuera del tiempo que parecía consagrado
a mí, sin regresos ni paradas,
espacio lleno todo de mi estado,
casi prolongación de la existencia
mía, de mi calor, del cuerpo mío…
y se ha truncado… Estoy en otro tiempo,
un tiempo que dispone sus mañanas
en esta calle que yo miro, ignoto,
en esta gente fruto de otra historia.

“Carne y cielo”

Oh, amor materno,
doliente, por los oros
de cuerpos invadidos
del secreto de regazos.
Amados movimientos
inconscientes del perfume
impúdico que ríe
en los miembros inocentes.
Pesados fulgores
de cabellos… crueles
negligencias de miradas…
atenciones infieles…
Enervado por llantos
tan suaves vuelvo a casa
con las carnes ardientes
de espléndidas sonrisas.
Y enloquezco en el corazón
nocturno de un día de trabajo
después de mil otras noches
con este impuro ardor.

“Versos sutiles como rayas de lluvia”

Hay que condenar
severamente a quien
crea en los buenos sentimientos
y en la inocencia.
Hay que condenar
igual de severamente a quien
ame al subproletariado
carente de conciencia de clase.
Hay que condenar
con la máxima severidad
a quien escuche en sí mismo y exprese
los sentimientos oscuros y escandalosos.
Estas palabras de condena
han empezado a resonar
en el corazón de los Años Cincuenta
y han continuado hasta hoy.
Mientras tanto la inocencia,
que efectivamente existía,
ha empezado a perderse
en corrupciones, abjuraciones y neurosis.
Mientras tanto el subproletariado
que efectivamente existía,
ha acabado por convertirse
en una reserva de la pequeña burguesía.
Mientras tanto los sentimientos
que eran por su naturaleza oscuros
han sido atropellados
en la añoranza de las ocasiones perdidas.
Naturalmente, quien condenaba
no se dio cuenta de todo eso:
él continúa riéndose de la inocencia,
desinteresándose del subproletariado
y declarando los sentimientos reaccionarios.
Continúa yendo de casa
a la oficina de la oficina a casa,
o si no enseñando literatura:
es feliz por el progresismo
que le hace parecer sagrado
el deber enseñar a los domésticos
el alfabeto de las escuelas burguesas.
Es feliz por el laicismo
por lo que es más que natural
que los pobres tengan casa
coche y todo lo demás.
Es feliz por la racionalidad
que le hace practicar un antifascismo
gratificante y elegido,
y sobre todo muy popular.
Que todo esto sea banal
ni siquiera se le pasa por la cabeza:
en efecto, que sea así o que no sea así,
él nada se mete en el bolsillo.
Habla, aquí, un mísero e impotente Sócrates
que sabe pensar y no filosofar.
el cual tiene sin embargo el orgullo
no sólo de ser un entendido
(el más expuesto y descuidado)
en los cambios históricos, sino también
de estar directamente
y desesperadamente interesado en ellos.

“Fragmento de la Muerte”

Llego de ti y a ti vuelvo,
sentimiento nacido con la luz, con el calor,
bautizado cuando el vagido era alegría,
reconocido en Pier Paolo
en el origen de una furiosa epopeya;
he caminado a la luz de la historia,
pero, siempre, mi ser fue heroico,
bajo tu dominio, íntimo pensamiento.
Se coagulaba en tu estela de luz,
en las atroces dudas
de tu llama, todo acto verdadero
del mundo, de aquella
historia; y en ella se verificaba íntegro,
allí perdía la vida para reconquistarla:
y la vida era real sólo cuando era bella.
¡La furia de la confesión,
antes, después la furia de la claridad:
era de ti que nacía, hipócrita, oscuro
sentimiento! ¡Y ahora,
que acusen también a cada una de mis pasiones,
que me enloden, que me llamen informe, impuro,
obseso, dilettante, perjuro:
tú me aíslas, me das la certeza de la vida:
estoy en la hoguera, juego la carta del fuego
y gano, éste, mi escaso,
inmenso bien, gano esta infinita,
mísera piedad mía
que me hace aun a la justa ira amiga:
puedo hacerlo, porque demasiado te he padecido!
Vuelvo a ti, como vuelve
un emigrado a su pueblo y lo descubre de nuevo:
he hecho fortuna (en el intelecto)
y soy feliz, justamente
como lo era en un tiempo, privado de todo orden.
Una negra rabia de poesía en el pecho.
Una loca vejez de jovencito.
Antes tu alegría se confundía
con el terror es verdad, y ahora
casi con otra alegría,
lívida, árida: mi pasión desilusionada.
Ahora realmente me das miedo,
porque me eres realmente cercana, intuida
en mi estado de rabia, de oscura
hambre, de ansia casi de nueva criatura.
Estoy sano, como quieres tú,
la neurosis crece a mi lado,
el agotamiento me vuelve árido, pero
no me posee: junto a mí,
ríe la última luz de juventud.
He tenido ya cuanto quería:
aun he llegado más allá
de ciertas esperanzas del mundo: vaciado,
estás allí, dentro de mí, colmando
mi tiempo y los tiempos.
He sido racional y he sido
irracional: hasta el fondo.
Y ahora… ah, el desierto ensordecido
por el viento, el estupendo e inmundo
sol del Africa que ilumina al mundo.
¡Africa! ¡Mi única
alternativa!

“Cercana a los ojos”

Cercana a los ojos y los cabellos sueltos
sobre la frente, tú, pequeña luz,
dispersa, enrojeces mi cuaderno.
De adolescente, en tu pálida llamarada,
ardía hasta la noche, y era extraño
escuchar al viento y a los grillos solitarios.
Entonces, en la olvidada habitación
dormían mis padres, y mi hermano,
inmóvil, descansaba tras un muro delgado.
¿Dónde está ahora, luz roja?
No hablas, sin embargo iluminas; y suspira
el grillo en el silencio de los campos.
Y mi madre se peina al espejo
de una manera antigua como tu luz,
pensando en su hijo ya sin vida.

Fuente: Trianarts