23.2.08



Siempre me ha llamado la atención esta foto. Me he sentido como hipnotizado desde el día que la vi por primera vez. Ha ejercido en mí una atracción casi religiosa, mística. Como si de un manifiesto se tratara, como si presentara la definición de una filosofía, de una historia, una vida, un pensamiento. No solo los protagonistas. El entorno, la posición del fotógrafo, la pose de los retratados, el color blanco y negro, el suelo que muestra, los vestidos, los gorros, la calle, la pared, el suelo.

Son los obreros. Los trabajadores posando para la prensa en un receso, en un pequeño descanso tal vez para el bocata. La foto evoca a un Goya sin drama, un anclaje con yeso en las manos de esparto a las paredes de Madrid. Son los obreros del único camino. Los del único viaje. Pueblos de La Mancha, de Andalucía, de Extremadura-Palos de Moguer- Madrid. No más. Sueldo y vivienda de protección oficial de verdad, de las de antes previo paso por chabola en el barrio Bilbao, o por el Pozo con el cura Llanos en el extra-radio de la gran urbe, mientras hacían el Master de Lumpen-proletariado a proletariado, gens sans feu et sans aveu.

Cuando oigo hablar de trabajadores y obreros, la primera imagen que me viene a la mente son los albañiles. Ellos son el reflejo. La Clase. La masa que suelda el cielo con la tierra e invade con muertos las estadísticas laborales. El acero que se ofrece inamovible a la lluvia desde el sol a las estrellas.

Creo que cuando éramos niños todos creíamos que los peores trabajos eran los mejor pagados. Yo creía que los que estaban en las obras pasando el invierno y los veranos eran los que más sueldo cobraban. Nada como hacerse mayor para que el mundo que no entiendes pase de ser un misterio a ser incognoscible. Que se lleven el dinero los pistoleros de gomina y zapatos limpios que se llaman de tú sin conocerse, es la realidad admitida. Cuerda, lógica a-lógica, mientras se intercambian favores fraudulentos por el último modelo de teléfono.

Los hombres a los que nunca el Rey se llevará de viaje, miran a la cámara y sonríen. Se levantaron a las 5 de la mañana desde lejos y se llegaron medio dormidos al centro de Madrid. Con fiebres o dolores, son la clase de hombres que nunca faltaron a trabajar ni un solo dia. Si el trabajo dignifica, y al cielo van los elegidos, ellos Irán allí aunque digan que ya no existen clases. Pero eso no debería extrañar a nadie. Son lo mejor de la tierra.

La Clase Obrera.