3.2.16

Simplemente Teo




Nunca he escrito en el blog de baloncesto. Ni sobre el deporte ni sobre ningún ídolo de él, lo cual es más raro todavía cuando leen al mitómano mayor del reino. Sí hay alguna entrada que gira alrededor del baloncesto, Estudiantes como excusa, pero en realidad habla de mi vida. Sobre el último mundial me atreví con unas crónicas que desde luego pasaban de puntillas sobre los partidos y el juego, y se centraban en fotos y anécdotas con el equipo serbio y sus aficionados. 

Hay que tener mucho talento para escribir bien de deporte. Hay que tenerlo para lanzarse a escribir sobre cualquier cosa, a no ser que seas amateur y pongas en tu blog lo que te sale como es el caso. Pero para ser profesional hay que tener mucha capacidad. Yo tengo una balda llena de libros de deporte, especialmente del de Naismith y sé que no es tan difícil publicar sin tenerlo. El talento, digo. Biografías, ensayos de viajes relacionados con la canasta, memorias, historia de equipos… Tengo de todo. Algunos los he disfrutado, otros me han gustado, y estoy regalando con disimulo como si fueran comprados para ello, los aburridos que parecen un encargo sin entusiasmo.

Precisamente esto último no me lo ha dado ningún libro sobre básquet. El entusiasmo a la hora de ir a leer algo yo lo tenía cuando llegaba a casa una revista especializada, pelín pretenciosa y polémica que mezclaba artículos ampulosos con telegráficos. Documentados con autorreferenciales. En fin, buenos con malos como en la vida. Hoy en día no tengo casi ningún escritor de referencia más allá de Peter Handke, Marías, y los artículos (a veces) de Manuel Vicent. Umbral marcó mi adolescencia y hoy, quitando los que les acabo de nombrar, relleno mis carencias de instituto y tantos años al pario, leyendo los clásicos que me faltan. Les digo esto porque parece una broma que el último tipo que me apasiono leyendo era uno de los que escribía para Cuadernos, uno que juraría era historiador del Arte por como lo hacía. Las cosas de la vida, ni era historiador del Arte, ni vivía del baloncesto, ni se consideraba escritor. De hecho dejó la revista al considerar que no merecía que la gente pagara por leerle.

Toda esta intro valga para curarme en salud y remitirles a que si quieren leer de verdad algo bueno sobre baloncesto, busquen “Lujo, calma y voluptuosidad”  aquí mismo http://megustarianoverdosveceselmismositio.blogspot.com.es/2013/05/milos-teodosic-en-la-final-4.html y sabrán del señor del que les hablo. Aclaro que ni siquiera le conozco personalmente, ni quiero pedirle nada aún a costa de parecerlo. 

Y también decirles que esto viene porque no sé cómo, pero voy a intentar escribir sobre Milos Teodosic. Escribiré seguramente sobre mí y aledaños como siempre, pero después de ver la asistencia, la enésima asistencia marciana de este fin de semana, voy a tirar para adelante aunque sean dos minutos.
                                

No tiene pinta de jugador de baloncesto. Si acaso lo que más parece es el líder de una banda de ninis treintañeros de los que paran por las esquinas de mi barrio. Líder callado, de esos que hablan poco y solo asienten cuando sus lugartenientes les ponen en su mano otra yonky lata. Quizás también diera el pego de profesor universitario. De los que van por el pasillo melancólicos y mirando el suelo y a los que solo les saca de su nube unos legins ajustados que recorre de abajo arriba hasta llegar a una boca que muerde un boli mientras pregunta “¿Profe, me da tres días más para entregar el trabajo? Es que acabo de venir de Baqueira…”

Una de las cosas que me han sorprendido es que declarara que tiene que preparar el futuro y quiere ser entrenador. Porque la impresión que da es que odia el baloncesto y que cuando acaban los partidos se dedica a estudiar filosofía o a cuadrar sonetos. Este verano incluso va a abrir un campus para niños. ¿Les enseñara a dejarse llevar y perder una final four el solo?  ¿O quizás les motivara paraa echarse palante y jugarse un triple de 8 metros cuando queden 2 segundos?

Quizás solo sea un joven arrastrado ahí por la inercia de nacer en el país del baloncesto. Había una cancha en su cole como en todos y mientras a su infancia le cambiaban de país y de historia, el vio un refugio en ese juego que era una de las pocas cosas de las que no renegaban del pasado sus mayores.
A su país nos fuimos aficionando según crecíamos, unos como es mi caso en los últimos 70, otros más tarde. ¿Quiénes son estos del tuya mía cuando ganan de veinte? Los del “no decía Hala Madrid, decía dámela a mi”. Los de levantar el puño a la grada después de cada canasta, los que arrasaban por donde pasaban y plantaban cara a americanos y soviéticos. O los amabas o los odiabas y el libro de Juanan Hinojo “Sueños Robados” vino a demostrar muchos años después, que éramos muchos los que los amábamos y los que nos quedamos colgados de aquella banda que Pedro Barthe llamaba “Los Plavi”. Ese libro sirvió para aglutinar a mucha gente que luego descubrí coleccionista o simple aficionada la Ex Yugoslavia. Gente que como yo sé sabía de memoria al profesor Veiga y que no sé si serán ex comunistas de la tercera vía, perros titistas, chetnis en potencia o simples curiosos, pero que siempre que voy a pujar o negociar una camiseta me la ponen a precio de oro porque hay cincuenta como yo al acecho. Y todos españoles.

Pero hablábamos de Teo al que yo descubro antes de ayer en el partido del famoso triple contra España en el 2010. Viendo videos de esa época con Olympiakos, parece mucho más despierto y contagiado de la pasión que gastan por allí que ahora. No creo que me perdiera a un Teodosic mejor, lo que sí sé es que lo disfrutaba con pasión más gente. Cuando gozo ahora de cucharas, pases de rugby, por la espalda, sin mirar o pelotazos contra el tablero como el que me ha empujado a escribir, me pregunto qué le hará seguir jugando en ese inmenso país de pabellones desangelados, donde el frio casi se me filtra a través de la tele cuando me pongo a ver un partido del CSKA. Lo que ustedes están pensando, no hay duda. Pero que desperdicio como jugador. No sé si no hay afición o si las entradas cuestan lo que un sueldo… pero ver un partido de la VTB United League por esos mundos de dios en la tele, es un acto de heroísmo y afición que solo compensa cuando el 4 del CSKA tiene a bien inventar algo en la cancha. Entonces se subsana todo y das por amortizado el tiempo en soledad por la noche ante el televisor. En ese momento te alegras de haber elegido este deporte. Todo por un pelotazo al tablero para que la pelota salga rebotada. 

Gozamos en Madrid de los mejores años como jugador del Chacho. Quizás un jugador más regular, igual de imparable cuando está inspirado, mejor defensor. No sé… Teodosic tiene un ejército de haters a los que él se encarga de dar la razón cada cierto tiempo. Hay jugadores que se han demostrado igual o más decisivos como Spanoulis o el mismo LLul. Jugadores algunos más regulares y aportadores. Otros jugadores. Sin embargo a Milos le esperamos todos. Los que le veneramos por su juego capaz de fallar cinco tripes seguidos y encestar el decisivo, o esperamos un bloqueo y continuidad imposible, los que le vemos mandar un balón desde su campo a unas manos vacías. Y también los que disfrutan con su temeridad cuando falla, cuando se desespera o protesta ganándose una técnica. Es un imán de miradas, de atención, de observación y evaluación continua. 
 
Algunos le recriminaran no haber jugado en la NBA. No tiene cuerpo, no defiende, no vale para una liga de verdad. Unos cuantos nombres como Spanoulis, Papaloukas, Navarro, Bodiroga, o Llull optaron por no jugar en una liga con un ritmo diferente, una velocidad y una potencia física no adecuadas para su baloncesto. Opiniones encontradas en un debate que no nace ni morirá con Teodosic, y que tiene aficionados con gustos diferentes en las competiciones europea y americana.

Ahora empieza lo bueno como cada año. Ahora quedan atrás las jornadas regulares de la euroliga y pronto empezaran las eliminatorias. La temporada entra en su punto álgido tanto en la aburrida VTB como en la últimamente inalcanzable euroliga. Teodosic pasará por Madrid el día 3 de marzo y acudiré al palacio a verle. No sé cual de mis 13 o 14 camisetas supuestamente suyas me llevare. No creo que me pase a molestarle al hotel. Mi amigo Alekxander o mi amigo Tony me traducirán una leyenda, un chiste para un cartel que le mostraré. No sé si se fijara o se acordará de mí, no sé si será mejor que lo haga o no. No debe ser muy normal que un tipo de 28 tenga fans de 45 el mes que viene, pero todo me viene a dar lo mismo. El último jugador de baloncesto que me ilusionó algo especial antes que Milos, se llamaba Dejan Bodiroga. Y hace demasiado tiempo. Mientras Teodosic siga en activo estoy seguro que me motivará ver baloncesto y seguirlo. Cuando se retire seguramente habrá nuevos Spanoulis, Chachos, Diamantidis… que tendrán otros nombres y que seguirán jugando, lo que yo no sé es si habrá una nueva estrella plavi que me arrastre a coleccionar camisetas o si viviré otro exilio hacia otros mundos de entretenimiento y una pizca de verdad que sean capaces de ofrecerme algo parecido a la poesía.