12.6.08

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Ahí la estancada economía. Allí la patronal sacando pecho. Allá los beneficios de la banca. Aquí la policía dopada. ¿Y el amor? El amor es un huevito que se va de marcha... En estos dias vamos a escribir sobre la carretera. En la carretera. Desde la carretera. Vamos a describir vivencias, emociones, aburrimiento, calores y fríos. Sangre en los surcos. ¿Quieren una lectura entretenida para este verano? Léanse El Capital y descubran la trama inquietante de quien nos engaña. También pueden leer la guía del Paris revolucionario, por si van de viaje de novios y quieren pasar un buen rato entre Sagrado Corazón y Barrio Latino. O pueden imprimirse uno de estos textos. Uno de los que se van colgando aquí desde hace 2 veranos. Podrían imprimirlos y mandármelos por correo para que se los firmara, aprovechando que estamos en la feria del libro. “Feria del libro en el Blog –megustarianoverdosvecesblasblabla-“El autor firma toda su obra en el blog el domingo de 6 a 9”. Estaría bien no?, sacar un texto firmado y dedicado a la carta. Creo que ya hablamos algo de ello en algún post dedicado al Marketing. Ahora no son tiempos de Marketing. Ahora son tiempos para bailar hasta el final del amor en el Chiado. boomp3.com La propiedad implica distinción social y crimen. Todos los ricos que conozco son criminales. La única fuente de belleza es la amistad y el amor y hay que luchar por ellas, por no renunciar nunca a ellas. Los hijos pegan a los padres y solo te puedes fiar de gente decente como Luís Ponce o dictar poderes ante notario para que Alejandro García use su capacidad de raciocinio para hablar por mi boca recorman del mundo en abrirse-cerrarse, y crear una gilipollez en el espacio y el tiempo (y lo que es peor, ante un alma y un cuerpo que luego va a recordar lo que dijiste) más grande que el rockinrio. Ahora es tiempo de hacerles frente. De reivindicar a Stalin cuando tenía a los nazis a las puertas de Moscú en el 41y no suspendió el desfile de la revolución el 7 de Noviembre. Ahora es tiempo de coger el coche. Coger los cds, el sombreo, las bermudas, las rayban. De estar atentos y no perderse nada porque ocurre algo que solo hacen unos pocos en la historia. Que solo unos pocos en la historia vamos a poder hacer y repetir. Ocurrir a la vez de Bob Dylan. Cruzarse los ojos con Bob Dylan. Recorrer los caminos de Bob Dylan. Ustedes tienen su vida espiritual asegurada. Creen que son felices, creen manejar su tiempo, su timing, a ustedes les dicen que se acabó la sequia y resulta que esta lloviendo mierda. Yo con el timing soy un desastre. Claro que la culpa no es solo mía. El gobierno nos dijo que había suministros, que no hacia falta acaparar, que la comida estaba asegurada, y ahora bajo yo al carre y que hay para mi? Un poco de ... Eso es lo que hay para mí. Y eso que no me llevo nunca casi nada. Pan de molde, latas y la comida de mi gata Frida. Pueden suponer que me la trae floja el pande molde, mis fuagrás y la coca cola. Pero con la comida de mi gata Frida no se juega. Me rompe el corazón cuando me maúlla y me mira con ojos de ternera. Me rompe el corazón y además me acongoja porque cualquier noche durmiendo la Frida me lanza un bocado y se me come cualquier cosa. En el aparcamiento del híper, me abordan dos encuestadoras. -No cuestions, no pictures!!boomp3.com Les digo mientras acelero mi carro. El autor les va a ir contando una gira en directo. En falso directo con apuntes. Con sus largas filas comilonas, comiditas, borracheras no habrá por mi parte porque tengo una migraña rictus, o algo así. Migraña rictus en racimo y me ha dicho la medica Judith que no le dé a la frasca si al día siguiente no quiero sentir como me estalla el melón y me tengo que despedir del show. Yo no estoy seguro de que sea migraña. Yo veo un cáncer que me aprisiona el celebro, pero bueno, ella dice que no. Que ni de coña. Yo solo espero que si el cáncer me termina de oprimir la poca masa gris que atesoro, sea justo después de haber escuchado al show de Bob. Que no sea conduciendo, no vaya a ser que estrelle una vez perdida la consciencia a mis compañeros de ruta por esas carreteras hoy llenas de piqueteros que adelantan el verano y ante los que el partido progre con los gais, y las gilipolleces, lanza a los maderos. Al fin y al cabo es la razón de ser de la socialdemocracia. Traicionar a la clase y mantener al capital. Por algo se les conoce como socialtraidores. Me veo gordo con la cortisona. Creo que será lo único en mi vida en que me parezca al Che. Estas son mis razones y mis fuentes. Pueden escoger y dejarse llevar por otras pero estarán contaminadas y podridas. La libertad y el conocimiento asustan. Ustedes pueden preferir creer en lo que creen creer. Incluso pueden creer que empiezan una nueva vida. Pueden llenar su inmenso vacío en otro blog y llenarse de la basura y los complejos que unos fariseos están deseando colarles por poesía. Detrás de cada reflexión suena la caja registradora o el chantaje. La marcha fúnebre o la marcha nupcial. Los adalides del capital han logrado controlar su mundo y no se han enterado. Cuando tú banco te cobra unas comisiones por decir que tú dinero ya no está en esta cuenta sino en esta otra, tú no puedes llevarte la pasta a tú casa. La telefónica, la eléctrica, la gasística te dirán que no aceptan tú dinero en billetes y que tienes que pagar por banco. Eso es lo que ustedes conocen por libertad. Eso es lo que votan cada cuatro años. Libertad total para que les dirijan con sus manos. Los inútiles bufones han logrado colar un pie entre su puerta y su umbral, y usted ya no está en su casa está en la de ellos. Quemen su casa. Que no puedan aprovechar nada. No deje que le cojan vivo y vengase con nosotros a ver a Bob Dylan. O a Leonard Cohen.
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No saben la inmensa suerte que tengo de que la mujer más generosa del mundo, haya avenido a rescatarme en este trago. Si no, después de ver esto… Probablemente me dejaría caer a las aguas del atlántico. (Sin tener cuidado con lo que hago)

1.6.08

Casi me distraigo y empiezo este relato con la frase… “Hace más de veinte años…” Para ser veraz debería comenzar diciendo… Debe hacer cerca de treinta años que en los tiempos cálidos de la primavera y el verano, se pasaban por el barrio unas gentes que en carretas tiradas por caballos, portaban la magia y la alegría mezclada entre sus cachivaches. Eran una fauna que con los años que uno empieza a tener, llegó a conocer casi de refilón y que ahora pueda sonar marciana. Los titiriteros rotaban por los barrios populares de Madrid y cada cierto tiempo se posaban estrambóticos en el mío. Había digamos, dos compañías, familias, troupes…, que traían dos espectáculos diferentes. Unos instalaban el cine. El cine como suena. Unos postes de madera gigantes de donde colgaban unas no menos enormes sabanas, esperar la oscuridad, y acción. Se habían llegado esa misma mañana a un descampado de los muchos que antes quedaban por todos los barrios de Madrid, y habían dedicado la mañana, unos a instalar los palos y otros a vocear el barrio avisando que esta noche a las diez pondrían una de piratas de Bur Lancaster o una de karate con Bruce ele. También lo avisaban con una pizarra que ponían a la entrada del “recinto”. Ojo, si ponían 2 rombos ya podías hacerte el loco y no hablar en toda la semana de ir al cine a tus padres. Preparar una estrategia guerrillera de asalto con los del cole y acercarte cuando la peli ya había comenzado buscando unas jardineras o matorrales aunque fuera a 500 metros de la pantalla. Entonces los chicos solo teníamos que ir a buscarnos unos a otros o esperar a vernos en el cole para darnos la buena nueva. Yo a los titiriteros y al cine iba con mis padres. Al cine te tenías que llevar la silla de casa y cada uno de nosotros nos llevábamos una de tijera hacia el descampado reconvertido en suelo industrial instantáneo. Allí saludábamos a los vecinos y a mis amiguitos y esperábamos pacientemente la hora. La proyección era un desastre. La mayoría de las veces el sonido no estaba sincronizado con la imagen, supongo que irían en dos rollos distintos. Otras veces, simplemente el sonido se iba 5 minutos y entre protestas y silbidos, tenias que sustituir el oído por la imaginación para seguir la película. Lo peor que podía suceder (y sucedía también) era que simplemente se cortara. Entonces se armaba una bolina que en el mejor de los casos podía durar media hora. En el peor, la película empezaba más delante de donde se había cortado, o empezaba de nuevo entera. Lo cual acababa con las sillas y sus dueños camino de sus casas en su inmensa mayoría. Si la película era de karate (uno de los géneros preferidos en San Blas) yo le iba dando una ristra de patadas y hachazos con la mano a mi padre hasta llegar al portal. –Este tío es Bruce ele!, Me decía mi papa. Si era del oeste, los índices disparaban una ristra de perdigones que salían por la boca.
Los titiriteros o “El circo” como se autodenominaban, eran distintos pero parecidos. No les hacía falta tanta infraestructura. Se apañaban en un parque oscuro a partir de las 10 de la noche y los espectadores no teníamos que llevar sillas. Los pequeños delante sentados en el suelo y los padres detrás de pie. A mí que siempre he sido tímido, (aunque mis compis de clase en aquellos días decían “cagón”) los titiriteros no me hacían tanta gracia. Los payasos iban bien hasta que a veces pedían colaboración y miraban en las primeras filas. Más de una vez mi ansia por estar cerca me traiciono y me vi entre las risas de todo el barrio en el stage. Entre números de traga fuegos, carreras de sacos, huevos que viajaban entre la frente y la nariz, y contorsionistas se llegaba la noche. Allí descubrí el juego de las sillas y la música con el que el ganador podía llevarse una pelota. El numero al que yo más miedo tenía, era sin duda el del toro. Uno de los actores se disfrazaba de toro y ya teníamos una corrida. No se comían mucho la cabeza. Los “toreros” eran también escogidos de las primeras filas y como para ese número no había muchos voluntarios, los toreros eran arrastrados de las piernas por monosabios al servicio del toro hacia los medios. La fiesta se la pueden imaginar. Con un trapo que te daban toreabas al toro un rato aclamado por el barrio entero. Cuando estabas lo suficientemente confiado, el toro te cogía cuando quería y como quería y pasabas a ser el hazme-reír de los que antes te jaleaban. Lo peor era ir al día siguiente al cole.
Cuando el verano acababa los titiriteros y los cines callejeros se marchaban hasta el verano siguiente. Así fueron pasando los años, mientras mi padre y yo nos consolábamos en invierno yendo al programa doble en sesión continua en el San Blas los sábados, y jugando la bola extra del Simancas el domingo por la mañana en las matinales de niños a 50 pelas. Bruce, James o Burlan nos hacían pasar dos horas de sueños que duraban toda la semana. Mis compañeros se venían conmigo ya que no solían tener la suerte de tener un padre cinéfilo y el mío tenía que lidiar a la vuelta con 4 o 5 karatekas dándose de ostias toda la subida al barrio.
Con los años no solo dejaron de venir al barrio los titiriteros. Las salas de cine, ya saben, se convirtieron en pisos con Ahorra más y los karatecas nos fuimos reconvirtiendo en Rubén Cano, Santillana o Quini, según gustos de casa. (Los más gilipollas incluso nos reencarnamos en Bob Dylan y seguimos tocando la raqueta no en la calle pero si en casa) Ahora reconozco que no voy mucho al cine, es verdad y que no conozco mucho los estenos. Pero seguro que si me pongo puedo hacer la cobra como hace años. La cobra de verdad, la original. Y aunque debería pasarme mucho más de lo que lo hago, no me pongan en duda que aquellos días me marcaron para siempre un profundo amor al cine, al circo y a los roces de dos rombos.


Para Claude, Kuratti, y para Luis (Yo solo odio al yanqui criminal y cuando voy tajao. Bueno y la tele también) que no siempre supieron de cine más que yo. Y para quien ella sabe...