24.6.12

Edward Hopper en Madrid.

  Cuando en dos mil y seis abrí este blog (bitácora decían entonces los cursis) lo hice influido por la lectura entonces reciente de Baudelaire y su flâneur, queriéndome ver por Madrid de exposición en exposición y de concierto en concierto, degustando la cultura y describiéndola aquí día si, día también. Al poco de empezarlo esta pagina tomo vida propia cuando el autor descubrió que se podía interactuar con las lectoras con la escritura. Si, incluso con esta. Pero no voy a sacar pecho por ello ahora ni tampoco a banalizarlo como si aquel rumbo hubiese sido frívolo y coyuntural. Al contrario de eso fue algo que me resucitó como elemento, no sin la ayuda de una maravillosa tipe ryder que es a quien más me duele haber perdido en estos años de posteo.

Con el paso del tiempo el blog se fue descubriendo como el diario de un vouyer que solo cuenta lo que le interesa y que solo sabe hablar de si mismo. De vez en cuando un conciertito, una loa a los amigos que también tienen blog, y mucha violencia escrita contra el capital y los políticos de derechas, como para que con las nuevas leyes cierren la web cualquier día y acabe el autor en el trullo. De esta “línea editorial” no voy a bajarme, aviso. Porque no entiendo como no surge un grupo armado que pasé a la acción con privaciones de libertad temporales o directamente ejecutando criminales político-financieros.

Pero de vez en cuando también cayó por aquí alguna crítica, (solo hay que buscar la etiqueta “Arte”) alguna reseñita sobre alguna expo, o sobre alguna obra de Arte dando cuerpo a la idea original del blog. Para que eso sucediera mucho me tenia que haber gustado la muestra. Algo muy fuerte me tuvo que remover en las entrañas para que un vago declarado y solo superado en horas pasadas en horizontal por la gata Frida, se pusiera a escribir el rato que lleva intentar contar algo y no soltar solo exabruptos en dos minutos.

Bien, pues ayer fue uno de esos afortunados días donde la experiencia estética le coge a uno por la pechera, lo revuelca en el suelo, lo mete cinco o seis patadas en la boca, en forma de cuadro y le manda directamente al merchandising de la salida a aflojar lo que le pidan por una reproducción o un catálogo, renegando y haciendo como que nunca  pió contra el mercado y el merchan.
                           
Ayer por la tarde al caer el sol me acerque al museo que esa gloria de España, nunca lo suficientemente ponderada llamada María del Carmen Rosario Soledad Cervera y Fernández de la Guerra, tuvo a bien ponerle a su país en el paseo del Prado. Generalmente las temporales del Thyssen suelen traer un reclamo gordo y muchísima obra comparsa acompañando y haciendo bulto, más generalmente cuando comparten la expo con la sede del oso verde en Sol. Esto lo explicaba perfectamente su conservador jefe, Guillermo Solana en aquellas magistrales de hace unos años en el propio museo, de las que ojalá puedan seguir disfrutando los historiadores del Arte que salgan de la Autónoma. (Y del vino de las inauguraciones posteriores).

No han traído cuadros de relleno a la exposición de Edward Hopper en Madrid, lo que se ve es efectivamente, la muestra más completa que ha salido hasta ahora de USA. El poeta más grande del realismo (mentira) americano se ofrece esplendoroso y generoso en grabados, acuarelas y oleos. Hoteles, teatros, cines. Carreteras y gasolineras solitarias como casas al filo del campo y de la vida. Solitarios a los que cantó Billy Joel un siglo después que son esencia y cara B de una América quizás verdadera.

Y el silencio… ese silencio que impregna cada cuadro y que se hace imprescindible al ir a contemplarlos (madruguen o trasnochen, o elijan un día en el que juegue España). Luz eléctrica y fría que contornea ese silencio y esa soledad poética de la que pasa Clement Greenberg, que prefiere avalar a Pollock y a De Kooning. Hoopper dotó de volumen al silencio del instante, de un volumen sordo que te llama y te habla delante de sus cuadros. Ojo, no es realismo. Está más cerca de un surrealismo cercano y radical de alcance universal sin Breton ni Dalí que lo teoricen, en el que radica toda su fuerza. Un surrealismo de reconocible presencia para el hombre moderno. Dignidad de unas figuras que hoy no envidiamos trabajando de noche en soledad, pero que nos resultan atractivas precisamente en esa dignidad del que no se queja. Del que acomete su tarea sin pedir clemencia con la mirada al espectador.

La alienación, la soledad de ellos y nuestro voyeurismo al observar a alguien a quien no conocemos pero en quien nos podemos reconocer en algún instante de nuestras vidas. Ese punto de vista imposible del exterior es el que genera esos personajes ausentes de si mismos, tan ausentes que a veces carecen de rostro. Y la luz irreal y fría, de efectos llorosos tras esas casas-mansiones al borde de la nada. La luz como elemento activo en situaciones estáticas. Eso es Hopper. El color gaseoso de la incandescencia contorneando situaciones y efectos que carecerían del plus de lo inimitable sin ella. Situaciones interiores que toman importancia en base a la luminosidad exterior cinematográfica. Chispas que saltan entre compañeros de trabajo que no se miran pero que comparten una atmosfera dramática gracias una vez más a la claridad de marfil y al color, no solo de su entorno, también de su ropa, de su carne voluptuosa, de sus labios.

Al salir de la muestra han instalado muy acertadamente un "set cinematográfico" donde el cineasta estadounidense Ed Lachman ha recreado Sol de mañana (1952). Lachman reproduce en tres dimensiones la escena del cuadro, desvelando la utilización de ciertos recursos cinematográficos en las obras de pintor, por si no habían quedado claras en el paseo por las salas. La instalación tiene el acierto de dialogar directamente de sala a sala con su original en la pared de al lado, en un acertado juego de contrastes entre las dos y las tres dimensiones.


   



1.6.12

Junio

El sistema se desmorona como el dominó. No se desmorona, lo desmoronan y tiran a pasos agigantados. El cambio de era no incluye el estado de bienestar en el futuro, no va a ofrecer educación o sanidad en base a un sistema de redistribución contributiva. Esperanza Aguirre implora ya sin pudor por la desaparición de los sindicatos, dice que “caerán como el muro de Berlín”. Que una autoridad del estado abogue por la desaparición del derecho a la defensa de los trabajadores, y que aquí no pase nada, es signo de a dónde nos dirigimos en estado permanente de shock. Si Hitler hubiera tenido una televisión en cada hogar hubiera triunfado sin despeinarse. Ahora con la Eurocopa por delante todo pasará a un segundo plano, todo tendrá menos importancia que los multimillonarios que declararon las primas del mundial en Sudáfrica para no pagar impuestos en su país.

Paso a paso nos acercamos a Portugal, a Irlanda, a Grecia. Nos remiten los mantras que allí se proclamaban antes de ser intervenidos. En espera de ser ejecutados, nos recuerdan el déficit como si tener sanidad y transporte público fuera un lujo que no nos podemos permitir. Nos recomiendan profundizar en la reforma laboral hacia un mercado de trabajo totalmente desregularizado. Ningún derecho, pacto individual del salario y jornada sin horarios. Está a la vuelta de la esquina, está ya aquí mientras Mourinho mete el dedo en el ojo a Vilanova y gran hermano toca a su fin por este mes.

No tenemos solución posible porque no sabemos lo que somos ni como nos llamamos. No sabemos si somos trabajadores, consumidores, funcionarios, freelances, obreros, habitantes del distrito doce, fans de los Miami Heat, o matarifes de las Ventas. Avanzamos sonámbulos y quien más quien menos mirando para otro lado del miedo que tenemos. Porque nos han dicho que el mundo no es nuestro, que estamos para lo que nos digan pero que nos dejan habitarlo sino hacemos ruido, si salimos a la calle a mover las manitas pero a las doce cada uno a su casa. Sálvese quien pueda y si los curas tienen que pagar el IVI dejaran de financiar a Caritas porque ellos en realidad a lo que se comprometieron es a tratar el alma, no el cuerpo. Ocho por ciento es lo que dan a Caritas, o sea.

La social democracia se queja de que no le dan papeles en la obra, la social democracia no se da cuenta de que está hablando sola y de que la obra se ha trasladado a otro escenario. De que se han ido y han cerrado la puerta por fuera. Que la sociedad se tenga que hacer cargo de las pérdidas de la banca privada y que la misma banca sea la acreedora de estado enteros, es algo que no cuadra. Es socialismo invertido, es socialismo para banqueros. No se levante señorita, no hago más que pasar. Vamos a cumplir todas las exigencias del banco central, esa institución que nos gobierna sin ningún control democrático, siendo testaferro de Goldman Sachs.