4.4.20

Pasaba por aquí...



 En el 85 o 86 me había pasado mi amigo Chema (el que me lo descubrió) Entre Amigos. Creo que fue el primer disco en directo de los muchos que vinieron después de cantautores y rokceros, que a muchos alzaron y lanzaron. No me gustó nada y discutí con él sobre cómo le podía comparar con Serrat. El caso es que me quedé con la copla del tal Aute que si gustaba a un tipo tan inteligente y culto como Chemita, tenía que ser bueno por narices.

Un día entré en El Corte Inglés con mi madre. Casi nunca frecuentábamos el corte, pero a mí me encantaba ir porque siempre le hacía a mi madre bajar al sótano donde tenían la sección de discos, y una vez allí siempre caía algo. Lo que más me llamó la atención fue un vinilo chulo con una pintura, no sabía bien si en éxtasis o sufrimiento (quedaban aproximadamente treinta años para recibirme historiador del Arte), y con una contraportada todavía más guapa con unos tipos la mar de pintones sujetando el propio álbum. El título también acompañaba, aunque en mi supina y prolongadísima ignorancia no sabía a qué aludía. Vamos, creía que era un título original: “20 canciones de amor y un poema desesperado”

Muchas de las canciones que traía  las había visto en la contraportada de Entre amigos pero esto parecía otra cosa. Prometía otra cosa. Así que me lo lleve sin dudar y me lo puse en el viejo tocadiscos mono de casa. Y vaya si lo era. La poesía de los textos y los arreglos completamente diferentes al mal grabado disco en directo, me deslumbraron de inmediato. La música era mucho más moderna y eléctrica. Los instrumentos y la voz cuadraban perfectamente con el texto y me abrían un mundo musical propio y enorme, con todo lo que eso significa para un adolescente. Mi propio mundo.

Entonces me hice súper fan y quise tener todo de Aute, quería ver todos los conciertos de Aute, incluso escribí a Aute y le dejé la carta a la fantástica Natalia Millán a la salida de un concierto en el parque de atracciones. Natalia era por entonces corista del cantante. Nunca se me olvidará el gesto cariñoso de la hoy súper estrella de musicales, guardándose en el bolsillo trasero del vaquero mi carta y besándome. No te preocupes que yo se la doy. Por supuesto que pasado un mes o así me llegó una nota con un dibujo desde la calle de los peñascales. Unas letras entre Eduardo y yo.

Serrat entonces seguía siendo mi preferido, pero los arreglos de sus discos me sonaban la mayoría a siglo XVIII. Además se conjugaba todo esto con un periodo de efervescencia musical y callejera en Madrid, que aunque a punto de acabarse, aún me rozaba lo suficiente para disfrutarlo. Aute había abandonado en los 80 sus reticencias a tocar en directo y así mis amigos y yo, que empezábamos a catar los conciertos como summum de la independencia y el criterio propio, teníamos por delante presentaciones de discos y actuaciones donde gastar el justo para la entrada y un mini de hombres.

El parque de atracciones, el paseo de Camoens, la plaza Mayor, Las Ventas… venues míticas de un tiempo idealizado y desenfrenado en pos de poesía, amistad, amor y libertad. Fueron muchos, muchísimos los concierto de Aute. No saben hasta qué punto me siento privilegiado de haber estado allí, en aquel tiempo. El viejo pabellón del Madrid 89, Ventas 86, Alcalá 93, Castellana 92, el mano a mano con Silvio en las Ventas donde pillé el Set List…


Los críticos le llamaban “renacentista”, “creador total”, “cantante intelectual”, (feísimo calificativo que solo he oído autoproclamarse a Battiato), y otros tantos epítetos referidos a su obra, que como saben también miró bastante al cine y a la poesía. Aute siempre reconoció una cierta tendencia al principio de su carrera a encriptar sus textos, su poesía y sus películas, hacia un campo bastante influenciado por el surrealismo. Al final como todos siempre, Aute empezó porque quería ser Bob Dylan.

Sin embargo con los años declaró que su idea de canción quería aproximarse a Brel y a Gainsbourg. Hacer canciones tan sencillas que apelaran sólo al sentimiento más primario. Al amor. Que intelectuales eran los físicos, los químicos, los doctores…

Una de sus más hermosas canciones, L´amour avec toi, está dedicada a Gainsbourg y en el mismo disco, Slowly, hay una composición dedicada a Brel.

La canción francesa ha sido la principal influencia innegable para todos los llamados cantautores en España. Principalmente para Serrat y en Aute. Sin embargo Aute, y también Sabina, empezaron con un ojo puesto en el rockandroll británico y americano. Anda suelto Satanás es el ejemplo obvio de esta influencia surrealista en la canción.

Pero además Aute evolucionó sus letras hacia la realidad concreta de nuestro país en los años plomizos de la dictadura. Canciones que rayaban la canción protesta con la suficiente ambigüedad y belleza para no hacerlas dogmáticas y, por tanto, sobrevivir en nuestros tiempos como no supieron hacer ninguno de los cantantes y autores que se tiraron a tumba abierta al campo de la canción social, no subiendo o no pudiendo salir con el tiempo de ese pozo.

Aute emergió en los 80 convertido en un fenómeno de masas, capaz de llenar plazas de toros y grandes recintos, como dije al principio. Sin embargo, no fue un cantante cómodo o conformista a la hora de quedarse en un terreno y un campo creativo que le favorecía, y donde pudo adaptarse a los vientos felices de la postmodernidad.

Después de discos súperventas como Cuerpo a cuerpo o Nudo, Aute vuelve a experimentar su propio mundo con una apuesta personal, arriesgada, y casi condenada como Templo. Un disco donde el erotismo, el misticismo y la religiosidad se dan la mano de manera juguetona. Una delicia de inteligencia, cultismos y delicadeza que le hace dimitir de los grandes públicos.

A finales de los 80 y en toda la década de los 90, desencantado de unos políticos con los que llego a ilusionarse, vuelve hacia una temática social y crítica con canciones cada vez más lúcidas, no exentas de humor e ironía hacia la nueva cultura que fomenta el Partido Socialista, la del pelotazo, la riqueza vacua, y la cultura del consumo que se llevaba en España. En Uff o Slowly radicaliza su pensamiento político sin dejar de ser un ácrata y lúcido desencantado pesimista capaz de hacer canciones de amor tremendas como  l’amour avec toi o Jacques.

Luis Eduardo siguió  llenando esos discos de poesía y de las canciones de amor más pasionales que se han escrito en los últimos 30 años en España. Más o menos desde que a Serrat se le seco el pozo de las esencias.

Así avanzó hasta nuestros días. Dando recitales donde, a mi gusto, amansó demasiado los arreglos de unas canciones que con el guitarrista Luis Mendo encontraron el punto perfecto de energía y sensibilidad, y que con Tony Carmona habían vuelto a despuntar, haciendo Inventario de un lenguaje donde nos reconocemos y nos sentimos reflejados en el tiempo. Y donde sentimentalmente disfrutamos de alguien que sabía escribir canciones.  Son una delicia escuchar con nuevos arreglos, una vez más, los autorretratos. El juego que empezó con un doble de éxitos y acabo reinventando gran parte de su obra.

Estamos ante un hombre que nunca se conformó en su carrera, pero que tampoco quiso ir más allá del anonimato que le daba salir a pasear con sus perros por la Fuente del Berro.

La última vez que le vi cantar me recordó a las primeras. La tienen al comienzo del texto. Vallekas 2016. Esta vez con Luis y Alejandro y con la misma alegría de antaño y casi con la misma clandestinidad de las primeras veces, mintiendo para poder ir. Música, miradas en las que reconocerte, canciones en las que vivir, no bebas que te va a dar ganas de mear y verás para volver. Toma joder que nos vamos a morir de sed. Qué rica, voy a por más al chino.

Ahora Aute se marcha y me deja el miedo metido en el cuerpo. El miedo porque empiezo a estar solo de verdad que se da cuando uno se queda sin sus referentes éticos y sentimentales. Me pasó con Cohen y me pasa hoy, además en este encierro y en esta lucha que nos toca baldear.

Aute se acaba y a mí el tiempo de ir a sus conciertos y luego a celebrarlos con los amigos cantando y bebiendo de sus canciones, que es el tiempo para el que de verdad vivimos. Sigo viendo a Chema menos de lo que me gustaría aunque afortunadamente más de lo que le vi durante muchos años. La próxima vez que le vea, brindaré con él y con Pepe Zamborio, entre amigos, por Aute. …y luego al Ámsterdam a que nos hagan un francés.