21.9.11







Esta es la crónica de un viaje a Grecia, viaje que he hecho con mi mujer y que quiero contar especialmente a Isabel.

Día 3: Viaje a Atenas.

Compro Dormidina en el aeropuerto ya que las valerianas y otras drogas menores no me alcanzan como hacia el Zolpiden. Mi doctora me permitió probar con otros medicamentos suaves que me fueran eliminando la dependencia. Llegamos a Atenas, salimos en el metro de Plaza Sintagma donde se prepara una manifestación para esa tarde. No veré muchas más manifestaciones en Grecia en contra de lo que me pronosticaban los agoreros apostatas del caos, sobre lo lioso que estaba el país. No lo estaba y en cierta manera hubiera querido que lo estuviera. Damos con el hotel en pleno Plaka, cerca de Monastiraki, buena habitación donde dejamos las maletas y salimos corriendo a pasear por las afueras de la Acrópolis. La gente pasea el sábado por la noche y va a un concierto en un teatro en plena Acrópolis que veré días más tarde. Aquello hace de aquella zona algo vivo, cosa que en mi desconocimiento no esperaba, yo concebía aquello algo sagrado, muerto, apartado y respetado de la vida de la ciudad. No me imaginaba Atenas y su atractivo más importante así, vivo y hermoso en el paisaje y alucino con esas vistas gratis.
Cenamos sin vino, ya he tenido bastante emoción en un rato que llevo aquí y sin haber pisado el monte sagrado aún.

Día 4:

Duermo del tirón con la pastilla nueva por primera vez en un mes. Me levanto de buena gana y bajamos a desayunar y ha hacer el check out. Buscamos la bus-station para ir a Nauplia. Cogemos un taxi y comprobamos que la estación está a las afueras en una especie de polígono industrial rodeada de talleres. Sale a las 11 así que tenemos casi una hora de espera. Supongo que será por lo el rollo mediterráneo pero me siento como en casa en las horas que llevo aquí. Solo tomo conciencia de que estoy fuera cuando me toca hablar. Sigo sin hablar ingles y aquí todo el mundo lo habla, desde el conductor del bus hasta el taxista de setenta años. Viajamos a Nauplia entre el mar y los olivares del estrecho de Corinto que vemos por la ventana. El paisaje de montañas y árboles es mucho más frondoso de lo que esperaba, es un paisaje muy hermoso. Cruzamos pasos a nivel, flanquean la carretera puestos de melones y de fruta mientras leo a Gerald Durrel recién acabadas las memorias de Mark Oliver Everett, “Cosas que los nietos deberían saber”, tan inflado por la critica como aburrido. Durrel sin embargo es un prodigio describiendo y relatando la naturaleza y sus vivencias en ella con su familia, con humor y emoción.
Volvemos a cruzar pasos a nivel, al levantar la vista más olivares salpicados con iglesias de planta de cruz. Llegamos a Nauplia. Es un pueblo de casas bajitas en su parte vieja, creía que iba a encontrar una ciudad y es un pueblo maravilloso. El hotel es fantástico, la habitación está en otra casa, subiendo más escaleras. El techo y el suelo son de madera, las paredes verdes y rojas. Aquí, cerca de Nauplia está Micenas y Epidauro donde dicen que si dejas caer una aguja en el centro de la Orchesta, su sonido se escuchará en el último asiento de la grada. Acústica perfecta, catorce mil espectadores que hoy en día lo siguen llenando en verano. Siglo 3 a.C.
Cuando dije que venia a Grecia algunos me decían que a que iba allí ahora tan mal como está el país. - “Por lo menos te saldrá barato” me dijeron. Me da igual lo barato y lo caro algunas veces, esas en las que algunos no saben medir lo barato que puede resultar algo algunas veces costando mucho. He venido a Grecia a ver cosas como esta con mis propios ojos: No creo que haya cosas muchas cosas en el mundo capaz de mejorar esta visión, esta sensación.
Paseamos y comemos por Nauplia. Mi mujer me regala un Kombolói de ámbar que manejo entre los dedos paseando por el puerto. En la hora de la siesta en el hotel veo el Grecia- Montenegro del europeo de basket. Volvemos a salir a pasear y a cenar, recorremos la costa con el mar a un lado y los olivos y las chumberas a otros.

Día 5:

Madrugamos para salir a Micenas “Miquines”, pronuncian los griegos, tras estupendo desayuno en el hotel. Comienzo a saber de las virtudes del verdadero yogur griego que será una constante n mis mañanas. El bus sale a las 10 y para a recoger paisanos en cualquier sitio y momento. La mayor parte del viaje la pasamos entrando y saliendo de Argos. Llegamos a Micenas. La entrada bajo el dintel de la puerta de los leones es de esos momentos que no se olvidan en la vida de uno. La ciudad de Agamenón es majestuosa y sus sillares ciclópeos aún trasmiten opulencia y sobriedad al tiempo. Esas puertas son el paso del hombre hacia ser hombre, el paso de la oscuridad a la razón, el franqueo del destino de occidente.



Recorremos Micenas toda la mañana rincón a rincón y a las 2 salimos rumbo al hotel y de allí sin descansar salimos para Epidauro. Su teatro es la definición de lo que es un teatro. Un edificio para la representación y el entretenimiento descansando sobre una colina con su grada en forma de elipse. La gente prueba a ver si es verdad que se oye la moneda caer desde la grada. Perfectamente. Se escucha rasgar una hoja de papel, caer una moneda y los recitados con los que nos deleitan alemanes, ingleses, franceses… Me siento en varios lugares de la grada y tomo fotos a mi mujer. Bajo al museo y vuelvo a la grada a pasar un rato solo, a la sombra. Los minutos de asimilación de todo lo que estamos viendo.


De camino al autobús paso por un bar en el recinto a tomar una Mythos fresca. El camarero me ve la camiseta azul con la que España gano el mundial (sin estrella por supuesto) y me pregunta que de que equipo soy. Para mi sorpresa conoce perfectamente el fútbol español ya que él es del Olimpiacos que entrena Valverde. Me pide información sobre Yeste y nos despedimos tres cervezas más tarde escupiendo en el suelo al nombrar al Madrid y al Panatinaicos
Los autobuses griegos funcionan con la regla “Para Sisi que me sapeo”. El “para Sisi que me sapeo” es la frase que usaba mi padre para bajarse del 38 en García Noblejas, antes de girar en Pobladura del valle. Sisi es un primo mío conductor de esa línea que paraba a mi padre según conveniencia de este donde no había parada. Pues bien, en Grecia los buses también funcionan así. Cualquier paisano indica al conductor que le viene bien esta esquina y el conductor detiene el autobús y abre las puertas para que se bajen. Al llegar a Nauplia mientras mi mujer se ducha me veo el Grecia-Croacia con victoria Griega. Salimos a cenar y nos dan la cena una panda de gatitos chiquinínos reclamando a base de miaus. Les doy un poco y la jodo como era de esperar, el gatino ya no se separa de la mesa en toda la cena. Será una constante hasta el último día, que le va ha hacer uno si se ha vuelto animalista.

Día 6:

Vuelta a Atenas. Nos levantamos, duchamos y hacemos la maleta. Desayunamos en el hotel y al hacer el check out nos regalan un kombolói. Será mi kombolói de diario, de batalla. Salimos del hotel para recorrer las calles de este precioso pueblo de suelo de mármol por ultima vez, El próximo autobús a Atenas (Athina dicen ellos) sale a las 12. Tenemos una hora para comprar agua y sentarnos a la sombra en un parque a escuchar la banda sonora de Grecia. Las chicharras. Escribo esta crónica en la moleskine mientras mi amor, mi compañera de viaje lee. Pienso en la suerte que tengo de viajar con ella, de compartir gustos con ella de poder hacer mi vida y mis viajes con ella. En la estación veo la portada de El País. Christine Lagar amenaza con una recesión de la economía a nivel mundial. ¿Más?, ¿Dónde hemos estado los últimos cinco años entonces, en la cresta de la ola? Me niego a gastar un minuto de mi pensamiento en crisis y en España y me subo al bus de Atenas dejando atrás Nauplia y sus calles, su mar y su montaña. Sus gatinos en la calle, su simpática gente. Dormito en el bus de vuelta a Atenas. Hay un cura ortodoxo en la autopista haciendo autostop.
Llegamos a Atenas, taxi y al hotel que está en Exarchia, el barrio bohemio y estudiantil de a la capital y cuna de las revueltas y manifestaciones que hacen los griegos día sí, día también. Pintadas en los muros y carteles del rojerio local. Cada comunista griego tiene su propio partido comunista por lo que veo. Comemos fenomenalmente en un bar, dormimos la siesta y bajamos por 3 de Septiembre hacia Monastiraki. Nos tomamos unas Mhytos a los pies del Partenón. Si las vacaciones tienen algún sentido, sin duda es este. Estar en una terraza con dos cervezas grandes mirando la acrópolis, aunque yo espero la subida de emociones que tendrá la propia subida allí arriba. Nos acostamos pronto, mañana salimos para Hydra.

Día 7:

Madrugamos a las 7 y previa ducha cogemos el metro en Omonia, línea directa hacia el Pireo. El puerto de El Pireo evoca muchas cosas al mencionar su nombre. He visto el mayor puerto de Europa en Rótterdam pero este tiene otro encanto. Busco la Acrópolis e imagina la Atenea Partenos criselefantina de marfil y oro que veían los marinos desde el puerto al llegar a la Hélade. Veo todo tipo de barcos y busco los de la Hellenic Seaways. Por el muelle van y vienen carritos con bollos salados y mazorcas de maíz. Me imaginaba Grecia como un lugar mucho más triste y monocolor, con más olor a Europa, más estándar y gris y me estoy encontrando una gente que mantiene sus tradiciones, su propia manera de hacer las cosas, su particular modo de funcionar. No se si los españoles mantendremos las nuestras de cara al exterior, si los europeos nos verán como yo veo ahora a los griegos. A veces en Madrid parece que estas en París o en Bruselas, la gente parece que hace lo mismo y aquí no. Aquí afortunadamente sientes que estas en un sitio diferente, en el mar. Si probablemente sientes que estas en el mar y que este país mantiene la esencia del sur sea esta la que sea. Deberíamos formar la unión europea del sur con Grecia, Córcega e Italia y que todo funcionara a nuestra manera. Aquí funcionan las cosas. A su manera pero funcionan. El metro va, el camarero te trae café y el taxista al que insulta la guía Loli Planet, te lleva a los sitios lo mejor que puede.
Estoy en el puerto del Pireo esperando un barco a Hydra. Voy allí porque alguien a quien admiro hizo lo mismo que estoy haciendo yo ahora hace 41 años, incluso él durmió aquí en el puerto. Mi mujer ha incluido esta parte del viaje en las vacaciones como regalo especial, creo que es martes y en cuatro días he visto lo mejor que mis ojos han visto nunca, mi mujer aparte, Goya y Bernini o Miguel Ángel arriba o abajo.
Salimos del puerto y me siento en una ventana ver el mar pasar. El mar alegre y azul, el mar mediterráneo ese gran mito de los mesetarios. Pasamos petroleros fondeados esperando para entrar al puerto y nuestro barco se mece mientras por la megafonía nos anuncian todo tipo de consejos de seguridad y me paso por el bar a comprar unos bollos. La gente dormita en el FlyingCat 1 de la Hellenic Seaways y yo voy obnubilado con el mar y solo aparto la vista del para escribir esto en la moleskine. Las olas generan pequeños cortes de espuma blanca, cuantas veces se habrá escrito esto. Viviremos un día en el lugar donde se han escrito novelas, poemas y canciones que me han acompañado durante los último 20 años sin interrupción, aunque el creador de estas obras si se ha permitido interrupciones en su relación con el negocio de la música, a mi sus espaciados libros y discos si me han dado compañía y abrigo al corazón siempre que lo he necesitado, continuamente, intensamente, durante los días en que mi vida no estaba tan acompañada ni era tan plena como ahora. Por eso quiero ir, para beberme un vino en Dusco a su salud.
Una hora más tarde llegamos a Phoros. Bajan y suben viajeros y seguimos por el mar. Llegamos a Hydra a las 12. El puerto es el que es tantas veces visto en fotos, solo que hoy la primera línea es todo comercios. Busco la torre del reloj, subiendo por detrás está nuestro hotel y nos es fácil dar con él tras un breve paseo. Habitación de paredes blanquísimas y techos altos, muebles austeros de madera. Hydra son un montón de casas blancas donde los gatos campan a sus anchas, y contemplan a la sombra a los burritos cargar con el equipaje de los turistas. Paseamos toda la mañana entre casas encaladas sudando la gota gorda. Recorremos toda la colina bajando y subiendo calles donde toco las casas abriendo los brazos. Al fin damos con una cala entre el mar y los árboles y nos sentamos a tomar… si, unas Mhytos en una terraza colgada sobre el mar. La vista es impagable. Comemos calamares que nos venden como si los calamares de Hydra fueran los calamares más especiales del mundo. El bar es de un giri instalado allí, la isla esta llena de extranjeros con negocios y comercios. Rehusamos decirle que el bocata de esa delicatessen se hace en la plaza mayor a dos euros. Siesta. Nos levantamos con un sol mucho menos certero y volvemos al laberinto de preciosas casas encaladas la isla, parece que puestas al azar según iban llegando habitantes o teniendo hijos. Nos sentamos por casualidad sin buscarlo en Xeri Elia, el bar donde Cohen entretenía hace cuarenta años a sus amigos con una guitarra, tomo vino blanco y escribo un poema en la libreta, un poema que se puede leer en http://devueltadedevuelta.blogspot.com/. Nos levantamos tarde del patio con árboles y seguimos camino del otro extremo del puerto que aún no hemos visitado, acabamos entrando en una tienda, casi diría boutique de reproducciones de obras de Arte y compramos los objetos más valiosos que hemos traído de todo el viaje. El Kalix de Dionisos de Exequias, una de mis debilidades de toda la historia del Arte sin restaurar, tal como fue encontrado. El vendedor me aseguro que el de la Antikensammlung de Munchen es una copia, y que el bueno es el mío. Como no decía más que verdades me tuve que llevar también la Cratera de Zeus y Ganímedes, cuya copia de la mía tiene el Louvre y cuya belleza destaca entre las pinturas rojas y lo catalogado al pintor de Berlín.
Acabamos la noche en el bar donde acabamos el paseo matutino. Me tomé dos gin exhorto ante el limpisimo mar un metro debajo de nosotros, mientras a mi espalda tenia uno de los lugares más agraciados que se pueden encontrar para vivir en el planeta. Me voy a dormir aquí con mi mujer.





Día 8:

Me levanto antes de amanecer y salgo a directamente colina arriba a tomar fotografías y si. También a buscar la casa donde vivió Cohen. Todo el pueblo es de paisaje de calendario y camino por pasillos cuesta arriba entre casas imposibles y gatos a los que despierto al pasar. Me paro ante la tapia de una cerca de escribir esto. Llevo 45 minutos andando y no veo la casa que busco, el puerto me guiña un ojo de vez en cuando desde abajo mientras el sol ya asoma por el este, a la vuelta de la colina que envuelve el puerto. El azul del mar es metálico, gris más bien a estas horas y escucho el rebuznar de los burritos que también se aprestan a levantarse y a empezar sus duras tareas. Hay que recordar que en esta isla no hay coches y que los burritos además de ser un reclamo turístico a la llegada de barcos en el puerto, también son la principal mano de obra a la hora de subir mercancías a las tiendas. Cantan los gallos en Hydra y una lancha motora entra en el puerto, quizás traiga los periódicos del día. Alguno o todos dirán que Grecia se hunde. Que Alemania sigue negociando cual usurero las condiciones del rescate capitalista. Alemania tiene en Munich la copia de mi vaso de Dionisos en el mar de vino y otras tantas obras griegas. Alemania si que estará siempre en deuda con Grecia mientras no devuelvan todo lo que se apropiaron. Dan las 8 y me cruzo con el primer señor que veo en toda la mañana, no se sorprende nada al verme merodear por la puerta de su casa. -Calimera, calimera me responde educado. Llego al hotel a las 9 y espero a que mi mujer se levante, afortunadamente estas no son vacaciones de hotel y cola, pabellón deportivo, cena y hotel y cola.



Esta segunda salida de Atenas ha sido tan provechosa como la primera a Nauplia. Anoche entre gin tonics marítimos comparábamos estas vacaciones con las del año pasado en NYC y llegábamos a la conclusión de que no tienen nada que ver, aquí el choque cultural es 0 y desde el primer minuto te sientes como en casa, eso hace que la relajación y el disfrute sean totales, lejos de stress y del ver la prisa del año pasado, colgados además aparte. Estoy haciendo tiempo hasta las 10 en que he quedado con mi mujer para desayunar, a la sombra de un banco de madera azul. Tenemos por delante el último día aquí. Atruenan las campanas llamando no se sabe a qué a las 9 y veinte. Pasan delante mío burritos de reparto mientras su conductor habla por el móvil. Llevan botellas de leche, de cerveza y productos de limpieza.
Son las 10, me ducho y bajamos a desayunar yogur griego como siempre para mí. Después maleta y check out. Nos dedicamos a pasear y hacernos las últimas fotos aquí. Recogemos las compras de ayer y salimos de la herradura de Hydra donde también lo hemos pasado rumbo al Pireo. Se dice pronto.
Llegamos, desembarcamos y cruzamos la calle para coger el metro. Atenas tiene 3 líneas, la que llega al puerto es la más popular, va directo al barrio, a Omonia. Nos bajamos en la plaza y tomamos 3 de Septiembre, en 5 minutos en el hotel. Un poco de descanso y salimos ha hacer un recorrido desde la plaza Sintagma a Plaka donde cenamos.

Días 9, 10 y 11:

Estamos en Creta en Heraclion. Los últimos días han transcurrido a toda velocidad, no he escrito nada y tendré que poner a prueba mi memoria tan perra para los estudios y los deberes, tan ágil para los set list y los conciertos. Estoy en Creta y aquí el hombre abandono las tinieblas e ilumino el Arte y la inteligencia por primera vez en Europa. Aquí donde nació el alma de Grecia y las deidades egipcias, asirías y mesopotámicas se volvieron del tamaño de los hombres, tomaron la gracia de la sonrisa y fueron representadas en movimiento.
Me sorprende una magnifica comida casera regada con vino blanco en una casa de comidas del barrio. La corona la señora con una copa de orujo de la casa. “Like a house” la digo. “Of the Rising Sun” pienso… Damos un paseo por la tarde después de una mañana de viaje y de llegar a la isla y no tener taxis por la huelga. No se si el país habrá sido rescatado ya, la tele siempre muestra a Papandreu en todos los canales dando ruedas de prensa y mítines a diestra y siniestra. Cuando Papandreu descansa, sale el gordo de economía, supongo que suplicando a Merkel. Yo miro siempre que puedo al gordo a ver si en una de estas se caga en dios, le mete una patada a la mesa y tira a la Merkel al suelo y la pisa la cabeza.
Acabo de llegar de Atenas donde ayer recorrí la Acrópolis y me quemé la espalda y el cuello. Me contó el profesor Urrutia (dios le bendiga) que la primera vez que Sáenz de Oiza vio el Partenón, lloro de emoción como un niño. Yo no lloré porque iba con mi mujer y porque me acompañaban cientos de turistas: mire la entrada por los Propileos y solo pude sentirme indigno y extraordinariamente afortunado por tener la oportunidad de cruzar esa puerta. Esa puerta eterna, la de la capacidad de hacer el bien del hombre. Pasear por la Acrópolis es como comulgar con el planeta, no se puede hacer nada mejor en ese momento. Nada. Paseamos por el templo de Atenea, el Erecteión, nos sacamos fotografías, y volvimos sobre nuestros pasos para hacer las fotografías de la memoria, las fotografías que se guardan en el disco duro eterno de la verdad y del placer, imposibles de borrar mientras se exista. Lo rodeamos mirando el entablamento, el frontón, las metopas, la procesión palatenea. De pronto ahora veía las clases aquellas en que nada aprendí y todo cobraba sentido por las diversas partes del edificio, desde las basas a los capiteles. Incluso imagine la Atenea Partenos buscando el mar desde El Pireo. Son esos momentos los que hay que tener y alargar lo más posible cuando se reconoce el Arte para regocijarse ante él tanto como se pueda.
Salimos bajando colina abajo hacia el Ágora y sus edificios. Descansamos y bebimos agua a 80 céntimos la botella de litro y medio en La Acrópolis, imposible no imaginar lo que cuesta una botella por las cercanías de la milenarísima puerta del sol de Madrid. Sacamos las típicas fotografías del recinto desde abajo y nos recuperamos de lo que acabábamos de ver, viendo a la vez más maravillas.
Salimos a comer a Plaka y a reponer fuerzas con una Mhytos. Después de comer y sin dejar enfriarse la emoción, salimos para arriba buscando el museo de la Acrópolis.
Lo primero que piensas al llegar allí es en las excusas de los gobiernos extranjeros para no devolver las obras que tienen y que son griegas. La supuesta incapacidad de los griegos para conservarlas, que fueron salvadas por ellos, etc., etc. Viendo el nuevo museo de la Acrópolis que han hecho los griegos esas excusas ya no valen. He estado en muchos museos del mundo, en todos los más importantes y ninguno se puede comparar con la majestuosidad y funcionalidad del nuevo museo griego. No voy a entrar en el coste económico y social con el derribo de edificios y barrios enteros, pero hoy por hoy los griegos tienen el mejor museo del mundo para las obras de Arte más importantes del mundo. Museo que a todas luces y con gran talento por su parte muestra lo que tienen y también lo que les falta, en los obcenos huecos de las metopas que tiene el viejo almacén de Tottenham Court Road. No tienen excusa para no reponer lo expoliado. El único motivo para no devolver lo sacado de este país es su propia miseria. Si los ingleses, franceses y alemanes restituyen a Egipto y a Grecia, no tendrían que mostrar más que sus Turner, sus Delacroix y sus Friedrich. Que seria mucho, sin duda, pero NADA comparado con lo que no es suyo y probablemente el turismo y las visitas descenderían de forma irremisible. ¿Y estos son los países que usurean a Grecia? En Grecia no tendría que trabajar nadie. Con el hecho de nacer en este país tendrías que tener derecho a pasarte la vida rascándote la barriga a costa de la jodida Alemania, de la Pérfida Albión, y de la rapiña gabacha, solo por el patrimonio que ponen al disfrute del mundo. Tendría que estar subvencionado hasta el último griego desde que nace hasta que muere.
El museo de la Acrópolis es un armazón de hormigón visto y vidrio austero que se levanta en tres plantas de una nave con escaleras centrales que las unen. Sencillo y efectivo a la hora de deseminar su tremendo arsenal de obras por el espacio, incluso de hacer participes las que no están allí, como ya digo. En la primera planta dan un audio visual muy completo sobre la historia del Partenón. En el resto se reparten las joyas de la Acrópolis y se llega a ellas sin ningún esfuerzo en un paseo. En la última planta se reproducen las metopas con el propio edificio de donde salieron de fondo de escenario en las ventanas, en un alarde de efectividad y sensibilidad bañado en luz natural. Es de agradecer que después de una muestra de este calibre, no te encuentres con un corte ingles de merchandising a la salida como se haría en cualquier otro sitio y como han preparado en la ampliación de nuestro Prado, si no que se deje la salida franca a la gente, solo pendiente de las excavaciones que muestra un suelo transparente.
Paseamos por Plaka y nos tomamos unas cervezas frente a la biblioteca de Adriano. No encuentro mejor sitio en el mundo para estar en este momento. Llevo la espalda calcinada, la frente como un tomate y las rodillas temblorosas pero me siento más que afortunado.
Llamamos a mi sobrino a ver como estuvo el cantajuegos que iba a ver ayer con su madre. Nos dice esta que no le ha gustado el set list y que quiere hacerse otro concierto a ver si tocan las suyas. Su madre le dice que tiene cuatro años y que con esa edad no esta para hacerse giras.
La mañana anterior la pasamos en el Arqueológico Nacional viendo el Kuros de Sunion y el Poseidón del mar de Eubea, listo para arrojar su tridente. Los boxeadores y sobre todo los vasos, kalices y ánforas de figuras negras y rojas. Es un museo de estenografía austera y de presentación de piezas efectiva. Algo laberíntico en sus salas laterales pero muy agradables y deleitosas de recorrer. Las pinturas negras de las crateras, las plañideras arcaicas, el periodo geométrico…, toda esta riqueza indescriptible esta puesta a la vista del visitante a tres horas de avión.



Día 11:
Bajamos a tomar el autobús cerca del puerto, previo acopio de yogur y café con leche. Cogemos el autobús a Knossos y a la media hora estamos a la puerta del laberinto de Teseo y de la casa rey Minos. Me tengo que comprar un sombrero de paja que de verdad combata al sol, porque bastantes quemaduras llevo ya en la espalada para que encima me arda la cabeza. A la entrada del palacio, un busto de Sir Arthur Evans el viajero y arqueólogo ingles que comprando parcelas empezo la excavación del palacio y casi reconstruyo esté a su gusto y entendimiento propio del XIX, a bese de pintura y hormigón. Aunque la gloria se la llevo Evans, fue el griego Minos Kalokairinos el descubridor del yacimiento.



No me produce el estremecimiento de Micenas. Paseamos todas las estancias y sacamos fotografías de sus míticas y mágicas columnas de viveza sospechosa, en las que están inspiras algunas paredes de nuestra casa. Evans no solo apuntaló y consolidó el megarón del rey y otras muchas partes del edificio, sino que reinterpretó partes enteras como quiso. Salimos tras pasear todas las estructuras visitables en pie y cogemos el autobús de vuelta a Heraclion. Nos metemos de cabeza en la exposición del museo Arqueológico de Creta que hay abierta, con las piezas más importantes del mismo cerrado por reformas. Nos damos un baño de verdad y serenidad antes las primeras sonrisas del hombre en la historia del Arte. El fresco de “La Parisina” tantas veces soñado se muestra delante de mí. Es un pequeño trozo de yeso de gracia vivezas únicas. Las ofrendas de aceite y vino, la primera tauromaquia de la historia. Las primeras poesías de la historia del arte antes de que se supiese que era la poesía en la antesala de que este pueblo se lanzara de cabeza hacia la perfección.
Siesta, desperece, ducha y salimos a pasear por el puerto y a contratar excursiones. Barajamos bien ir a Santorini o salir para Chania esencia cretense en si misma, pero por lo menos recorremos el rompeolas entero y se nos hace de noche. Cenamos en un sucedáneo de mexicano para variar la dieta de pescado. En una librería veo un libro sobre el gran Mikis Theodorakis que estudiare si llevarme mañana o pasado, veré que vale cuando esté abierta. Mi mujer, mi amor y compañera de este viaje y de todos se acaba de acostar. Mañana saldremos para Chania pronto, el viaje es de tres horas desde Heraclion.

Día 12:
Desayunamos previa ducha y bajamos a la estación que esta muy cerca de nuestro barrio. Arraso con el yogur que queda en la fuente, lo reconozco. Cogemos el bus a las 9 y a las 11 estamos en Chania. Chania es más cretense que nuestra Heraclion, con un puerto veneciano acogedor que me recuerda a Hydra. Paseamos y tomamos unas Alphas para recobrar fuerzas. Callejas sin urbanismo que las contemple con casas apoyadas unas sobre otras sin pedirse permiso, las de más difícil rehabilitación. El puerto son todo tabernas en forma de teatro. Comemos pulpo y calamares y nos obsequian con el orujo cretense que esta vez, prudentemente solo pruebo por no ser desagradecido. El sol te deslumbra completamente sin gafas de sol mientras reiniciamos el paseo detrás de las peatonales calles, detrás del puerto. Compramos recuerdos para nuestros familiares y para Alejandro García Sanders, que se ha quedado al cuidado de Frida Calderone, atigrada criatura gustosa de las latas gourmet de comida húmeda, de los goles de Gargamel Falcao para el Atlético de Madrid y del Rockandroll. Me cae otro comboloi de más peso del que llevo encima, parece de plata aunque por su precio no creo que lo sea. Se esta haciendo tarde, buscamos la estación de buses y salimos para casa.
Esta mañana mientras me despertaba he leído en el water, de puro aburrimiento lo que quedaba de la patética rolling stone que compramos en Barajas. Solo me quedaba por leer la columna del cocinero-roquero Sergio Arbola. El chef del restaurante del reina se despachaba explicando la diferencia entre turista y viajero, parida más que manoseada por todo tipo de pedantes y niños de papa. Según él y ochenta antes que él, viajero es aquel que se empapa de los encantos del lugar que visita sin prisa y sin billete de vuelta. Aquel que se tira los días que haga falta conviviendo con los lugareños compartiendo su vida, y partiendo después sin rumbo fijo donde el instinto, la gente del camino y la mochila le lleven. Siempre libre, siempre conociendo la esencia y los frutos de la tierra que pisa y a los lugareños que trata, y dejando miles de amigos entre ellos. Se deja Arola de comentar que este tipo de viajero siempre lleva una visa oro cargada como un petrolero en el bolsillo de su hippiosa mochila, o un fajo de parné de aquellos que llevaba mi abuelo por si alguna contingencia. Y más en el caso de Sergio, que yo si me quedara por aquí atascao siempre podría coger un traspaleo o una furgoneta, pero como sea él el que se quede por ahí sin un duro, y tenga que preparar unas bravas como lo que él se atreve a llamar bravas, ya puede correr hasta el pueblo más próximo antes de que lo echen el guante. Con esto venia a tirar por tierra a los turistas que según su artículo corren por el mundo sin enterarse de nada. Mis padres cuando yo era pequeño siempre salían y viajaban de esta manera, era lo que toda la vida se ha llamado hacer excursiones. Así conocí yo la Toledo de Tonino Kuratti, Ávila, El Escorial…, y así he conocido yo hoy la ciudad más hermosa de Creta a 300 quilómetros de mi hotel, mientras Arola tira en estos momentos de visa oro en algún hotel de cinco estrellas del mundo. Si yo tuviera su mosca no hubiera viajado, no. Me hubiera quedado a vivir en Hydra o me habría comprado un apartamento en frente del Partenón en vez de desbaratar la comida y escribir en la revista de tendencias y anuncios rolling stone.
Pero les contaba que voy en un autobús bordeando la isla de Creta de Chania a Heraclion, y el bus acaba de parar en Rethymno para que suban y bajen viajeros de los de verdad, de lo que toda la vida han sido viajeros. La gente que vive en un sitio y desgraciadamente se tiene que desplazar para trabajar en otro. Llegamos a Heraclion y nos cruzamos con los gatitos en la calle, tengo que acelerar el paso o acabare llevándome algún gato al foro. Mañana decidimos ir a visitar el palacio de Festos, también quiero volver al arqueológico y recrearme un rato sin cámara de fotos. Mañana es nuestro último día entero en Grecia y nos acostamos pronto. Me quedo escribiendo esto y viendo en la tele griega las huelgas en los gremios. Que un país con este patrimonio este pasando lo que está pasando da fe de la mierda de organización mundial en la que estamos. Este pueblo enseñó al ser humano a ser humano, y su patrimonio cultural lo sigue recordando a cada paso. Es una lección impagable. Una deuda eterna con ellos. El patrimonio está aquí y ellos son los herederos, y nosotros también. La única verdad de esta crisis es lo que no dicen que el club Bilderberg s ha decidido que ya no van a pagar impuestos. Que el estado de bienestar con el que combatieron la amenaza comunista obrera ya no tiene vigencia. Que a partir de ahora cada uno pagara lo suyo y que él que no tenga dinero no tendrá educación ni sanidad. A si se lo han comunicado a sus jefes de personal que son los presidentes de los países ricos. Y estos están empezando a ejecutar sus órdenes al precio que sea. Dentro de poco el estado de bienestar colapsara porque lo harán colapsar y habrá que pagar por todo con los sueldos de miseria a los que vamos. Esta es la verdad que no cuentan de la crisis y por eso cambian la constitución tan aprisa. Mañana voy a Festos y me pregunto que hemos avanzado desde los griegos. Nada. Sigue habiendo esclavos, ágora, teatro… Zeus ha sido sustituido por dios y es hora de recordar que el primer ataque que sufrieron las esculturas del frontón del Partenón fue perpetrado por los cristianos a las representaciones paganas. Por la secta más dañina y criminal de la historia de la humanidad. A menudo nos quedamos en recordar que el Partenón fue bombardeado sin saber que lo fueron los venecianos y no los turcos quienes lo hicieron.

Día 13:

Estoy sentado en la colina del palacio de Festos. No en el palacio exactamente sino a su salida en un pequeño bar que domina toda la bajada de la colina por el oeste. Al final acertamos descartando Santorini por estas piedras. O no. En otro viaje lo sabremos. Me imaginaba esta país más árido y sin embargo es todo olivares y chumberas, árboles frutales. Cogemos el autobús de vuelta a Heraclion y me alegro de haber echo el esfuerzo de estar en carretera hasta el ultimo día, Phestos lo merece en su ensimismamiento. De vuelta en casa entramos por ultima vez en el museo a ver los frescos de Knossos, el circulo de escritura lineal A de Festos, crateras decoradas con pulpos, la cabeza del toro de Minos que burlo Teseo. Todas las obras de esta pequeña sala de exhibición abierta en el museo, son avances trascendentales en la historia del Arte universal. Me emocional ver delante de mi el sarcófago de las ofrendas en las procesiones y el sacrificio del toro, proveniente del palacio de Hagia Triada, obra que me enamoró en la facultad y que en este mágico viaje he tenido la suerte de contemplar un rato. Eso ha sido este viaje también. Un recorrido por obrar y lugares mil veces vistos y nunca contemplados. Podría dedicarme ha hacer esto toda la vida y no cansarme. En realidad trabajo para poder hacerlo, las demás cosas cuando se llega a sitios así son accesorias. Todo queda compensado al poder viajar con quien amas y ver lo que deseas.
Estoy en el hotel. Son las 7 menos cuarto, las seis menos cuarto en Madrid. Aquí amanece antes y el sol se va antes. Me ducho y me dispongo a salir a cenar pescado del día como se ofrece en Creta. El que sea. Pulpo, calamares, sardinas, chanquetes… Este ha sido un viaje al mar. Segundo gin tonic a orillas del mar, nos retiramos pronto, mañana salimos de madrugada para Atenas y de allí a Madrid.

Día 15:
Un taxista muy simpático nos recoge a las 5. Nos dice que cuatro días son pocos para conocer Creta. Tiene razón. No entiendo como hay peña que va a Ibiza habiendo Creta en el mundo. Quizás cuando demos el paso de turistas a viajeros… Grecia entera merece otro viaje de más tiempo, seguro que más de uno porque tiene otros veintisiete lugares que no me quiero morir sin visitar. Tengo 40 años y he visto el 80% de los sitios a donde quería ir, mal se tiene quedar si en los otros cuarenta que me quedan no puedo llegar al 20% que me queda. En el aeropuerto me quitan la hermosa navaja que le traía a mi amigo Iván Montero de Chania. Culpa mía por no meterla en el equipaje. En el aeropuerto de Atenas resuelvo la papeleta a base de Comboloi, una industria la de este cacharro que ha subido desde mi visita. Dentro del avión me preocupo del acomodo de mi vaso y de mi kalix, no he podido dormir pensando en ello. Es consecuencia de la ansiedad que tengo. Cuando no me da por pensar en las bolsas que tengo que colocar en un avión, me da por pensar en las lentillas que me tengo que comprar para jugar al fútbol. Mi doctora ya me ha amenazado con el psicólogo, mi mujer también y ninguna de las dos se suele equivocar en el diagnostico conmigo. Yo me voy resistiendo porque una de las experiencias que tuve con una de ese gremio consistía en ir a que me hipnotizara un mago de la calle Fuencarral en Houdini. Aquello fue de traca conmigo y otro novio de psicóloga en el papel de “regreso a la infancia”, creo que nunca he hecho más el ridículo. De propina el mago me quito de fumar según él. Con efecto retroactivo eso si, no fue hasta quince años después cuando Lola la de Raúl vino a casa, cuando lo deje. Claro que la Lola también es psicóloga… Piso el suelo de Madrid, se acaban las vacas, esta historia, y salgo de este jardín.