6.3.07


El caso es que asusta darse una vuelta por la sección de libros del gran almacén. La marea de novela pseudo-histórica invade los arcenes del pasillo. Obstaculiza el tránsito en una agresión marketeril sin precedentes. Que si “Los Borgia”, que si “Los Templarios”, que si “El Cáliz De Su Puta Madre”…, cuando entro en ese horrible sitio al lado de mi casa voy siempre mirando al suelo o al techo y es difícil no darse una galla en esas circunstancias. Lo evito, no se preocupen. Sería mucho peor encontrarme a mi ex, como me ocurrió una vez. Una de las muchas cosas en las que salí ganando cuando se convirtió en mi ex es preciadamente que ya no tengo que pisar el antro hortera. Sólo puntualmente, cuando tengo que ir a la oficina de correos que hay allí, piso la catedral moderna de la que habló Saramago. Hoy, después de largar un par de cartas, me he dejado caer por el departamento de discos y nada. Las novedades de siempre. La Orejita, El Bisbi, y los flamenquitos de turno. Después miro los libros con distancia, como si en realidad estuviera en la sección de informática donde no me entero de nada. “El Cruzado Que Se La Cogía Con Papel De Fumar”, “El Código De Circulación Oculto En La Gioconda”, “El Cristo De Palacaguina y Su Novia Aceitunera”… Todos compiten hoy con la gama “autoayuda” y la “temática mujer moderna”, con permiso de “España Se Hunde En El Mar Por Culpa De Los Sociatas”. Una chica me pregunta si he leído éste, y me enseña uno de Ussía. Debe de haber pensado que con gafas y americana de pana… éste lee hasta el Marca. Le guiño el ojo y le digo que la mente no me da para tanto. Salgo de allí acelerando el paso y mirando hacia delante para no arrollar a nadie y, una vez fuera del comercio motor, todavía me atrapa en la enorme cubierta la tienda de animales. Miro a un gato pequeñito y atigrado. Me mira y le rasco el cristal. El minino responde. Me gustaría llevármelo. –Oiga, que vale el felino del escaparate. –Dios nos dio al gato para que el hombre pudiera acariciar al tigre, me responde el pensador. 200 euros y el tigre diminuto reinaría por mi selva y se mearía en mi edredón. Me lo pienso mejor. Veo al tigre y a Tarzán durmiendo en el coche esta noche. Salgo de allí. Día soleado, cojo el camino más largo a mi casa. Qué placer. Me voy a comer unas sardinitas Cuca con el Marca.

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