15.9.07

Ustedes tienen la culpa por reírme las gracias. Quienes me conocen saben que eso no se puede hacer porque corren el riesgo de sufrir la misma durante los próximos 5 años. Pero bueno haré un bis y les contare otra de estas aun arriesgo de que que me insulten llamándome monologista o cuentacuentos, cuando yo lo que quiero ser es cantante de tangos en cabarets de tercera donde no paguen pero dejen beber gratis y que se enamoren de mi las maduras clientas.


Entro a comer en casa Donals, previo paso por el Kiosco para distraerme y no mirar la comida mientras me enveneno. A la entrada a la catedral unos tipos de naranja de la banca imaginativa, o algo así, me miran y no me abordan porque llevo el traje de campaña y parezco una mezcla de guerrillero del polisario con ala-pívot del equipo Madrid II, Soto del Real. Me siento y abro la prensa pero la mente me trae el recuerdo de Luisa Elena. No se si hay días iguales o días distintos pero quisiera no olvidarme nunca de esas faldas al vuelo. Solo a ella le quedaría bien esa ropa. Rasgos de india de una reserva con modales aristocráticos de Europa. Apellido italiano y acento yankee, risa a flor de piel y gesto en el pasillo de pandillera de L.A. En la corta distancia perdía el acento y se la entendía un castellano perfecto por lo que creo que era más pose que otra cosa. Pero… Como la quedaba. Cultura de Berkeley por los pasillos autónomos, pelo largo, risa floja, San Bartolomé de las casas y Murillo, que Viva la virgen de Guadalupe y mueran los gachupines. Comía pringando el periódico porque no me han puesto servilletas y recordaba días como el que se estropeo el proyector y nadie era capaz de repararlo. A la que salio de clase a buscar otro, yo le atiné un puñetazo que hizo que el aparato entrara en razón y volviera a proyectar luz sobre las diapositivas. Las carcajadas de la muchachada hizo que Luisa Elena volviera sobre sus pasos y al abrir la puerta y ver las risas y el aparato funcionando, me dijo- No quiero saber como lo has arreglado. También me acuerdo del dia que teníamos un examen práctico en el museo de América sobre obras escogidas por nosotros mismos. Tras algunas tardes yendo con mi Juanlu a estudiar al propio museo nuestras obras y después a la biblioteca de Centro De Estudios Americanos, que también esta en Moncloa, El tigre escogió La Estela De Madrid y yo una escena de la conquista de México. Una tabla del encuentro de Cortés con Moctezuma. Juanlu yo le aviamos puesto ilusión y trabajo porque los dos babeábamos delante de Luisa Elena en primera fila. Pero la noche anterior nos fuimos a relajarnos después del estudio y de acabar el trabajo, y la mano y también la muñeca y el brazo se nos fueron entre vino y vino discutiendo si era mejor José Alfredo que Negrete. Entre Brindis por Madero y Diego Rivera eran las 6 de la mañana y había que estar en el museo a las 10 con el trabajo y con un monologo de por lo menos media hora en la cabeza, para hablar sobre las obras elegidas. Cuando me levante a las 10 menos cuarto y llame al tigre de San Blas, esté tenia el móvil apagado. Cogí el coche mientras renegaba de las mañanitas y llegue a la media hora al museo. Entré corriendo con los sudores de junio cayendo por toda mí frente y al rato alcance con la mirada en una sala al grupo de compañeros que seguían las explicaciones de uno de ellos. En la próxima sala estaba mi obra. Al llegar, Luisa Elena me miro. Yo portaba descompuesto. Sudando mares, con un dolor de cabeza del que todavía me acuerdo, sin apuntes… -Y Juan Luis?
-Juan Luis quiere mucho a México, al arte de la conquista, al Perú, a Los Incas, a la abeja Maya y al subcomandante Marcos en particular, pero mire usted. Es que ya sabe que trabajamos juntos y justamente nos ha llegado esta mañana un camión de gorras del Getafe que acaba de ascender, y ya sabe usted la prisa del comercio. Se ha tenido que quedar para descargarlas. La sala del museo se convirtió en un teatro y las risas aún retumban entre tumbas precolombinas y mascaras de Tlaloc. Aun así Luisa Elena no nos quiso catear y nos dio otra oportunidad. Yo solté un speech de 5 minutos como siempre me pasa cuando tengo que hablar en público de una obra, por bien que me la sepa. Y luisa Elena cuando íbamos andando detrás de la comitiva solos me recomendó que me fuera a dormir y me secara el sudor.
Tiempo después no se si fue Luis Sotillos el que me dijo que la había visto en Los Verdi de Santa Engracia. Yo paseo mucho por Chamberí mientras emulo a Tierno y a Umbral pidiéndome un Machaquito. Si me encontrara a Luisa Elena Alcalá Donegani en el cine o en una tasca No sabría que decirla. Que era yo quien la ponía en las hojas de las notas ¡que bueno que viniste'. No. No seria buena idea, podría decirles a los demás colegas que ha encontrado al tipo que tambien les ponía a los demás “Tú también estas en mi lista”. Me acuerdo de ella con cariño, siempre la tuve respeto. Otra cosa es que ella leyera mi pensamiento. En fin.
Me acabe el nosequé con queso y me fui a casa. Me duché, me cabié, y escribí esto antes de salir otra vez por la puerta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

GRANDEGRANDEGRANDEGRADEEEEEEEEEEE!!

Que descojono Valentín.

Mi relación con Luisa E fue más casta, más intelectual, más platónica... pero ya sabes lo que decía Hitchcock de las modositas en el asiento de atrás de un coche...

Yo también le solté alguna gansada en clase pero a la categoría de lo del proyector....

...tendría que volver a nacer.

GRANDE VCC

Anónimo dijo...

y a la vezzzzzz ya no soy el viejo andres que no dormia jamassssss que subidon que momento idealllllllllll encontre la mitad del amorrrrrr

Anónimo dijo...

chin que pasa? estas parao en el foro en el blog y anda que pegas un toque a la peña...pareces el sanders!

V dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.