26.1.13

Son tiempos duros y todo el mundo necesita un padre.



Tarde como me doy cuenta yo de todo, compruebo que he ido tirando a la basura posibles contactos importantes. Es decir, conocidos de veladas varias con posibles, empresas, dinero, mafias, o más conexiones, que es a lo que aspiran todos estos que van con la agenda por tesoro. En realidad me daba cuenta cuando les mandaba al carajo o dejaba de frecuentarlos, no quizás tanto por integridad moral sino por vagancia y pereza de no tener nada con quien no me apetece. Un amigo es ese que te llama y aunque no tengas ganas de salir, te calas un sombrero y sales, y también ese con la confianza para decirte, que si no tienes ganas no lo hagas y nos vemos mañana.

Admiro a amigos con ese don de gentes capaz de soportar una agenda parcelada casi por provincias, tipo Toni Kuratti. Ojo que no es Kuratti de los que acabo de decirles, si no todo lo contrario. Su bonhomía lo hace confiar, querer y apreciar a todo el mundo, y como todo el mundo se suele dar cuenta, le suelen corresponder. Le correspondemos.
Otra cosa son los de la agenda parcelada por oficios, mejor dicho por intereses en base a futuras componendas. De estos últimos son los que me faltarían a mí en estos momentos en que veo cubrirse el cielo de marrón-negro-gris-marengo-mierda. Quizás tendría que haber seguido viendo a fulano o mengano.

Aunque la verdad, el hecho de no verlos, de haber decidido prescindir de ellos, me reconforta ahora que llega una de esas ocasiones en que hay que poner el contador a cero. No suelo, no soy (es seguro) ejemplo para nadie. De casi ninguna cosa. He gastado el dinero persiguiendo a Bob Dylan por el mundo, patrimonio intangible del que dice Iriarte “Que nos quiten lo bailao” y razón tiene. Más de cien noches viendo el sudor resbalar por la nariz del músico popular más importante de la historia, no es tenerla más larga que nadie, pero como me recuerdan los Jinetes en el Wassp Group, es un privilegio de una enormidad del que solo nos daremos cuenta cuanto falte. Buenas son esas noches si además se acompañaron de amistad, del vicio justo, de un recuerdo de esos amigos otra vez a los que me gustaría volver a aferrarme, aunque este post no vaya de ellos.

Escucho música alta quizás de las ultimas veces que lo haga, y mientras pienso que de lo poco que puedo enorgullecerme en esta hora de reinicio y comienzo, es de haberle presentado a mi mujer mi mejor versión de siempre. Y de tenerla lista también ahora. Ahora “In the time of my confession, in the hour of my deepest need …” no hay muchas cosas que presentar ni de las que presumir, pero sé que tampoco hay un fondo de reptiles que ocultar y tengo la seguridad de que puedo confiar en cualquiera de los que frecuentan esta casa, e incluso en los que no la frecuentan pero ocupan la agenda del teléfono. Y si el tiempo que viene es de color marrón-negro-gris-marengo-mierda, será peor para él porque le esperamos preparados. Siempre lo hemos estado. Son tiempos duros y todo el mundo necesita un padre.

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