Los cuatro millones de parados se levantaron por la mañana. Pusieron la televisión y abrieron una lata de atún en aceite de oliva. Tertulianos matinales analizaban la coyuntura económica de cuatro millones de parados. Hablaban en su nombre, barruntaban soluciones al gobierno, divagaban sobre el dinero no tangible. La tertulia subía de tono y el ministro de trabajo decía que estaba trabajando para buscarles trabajo. Cuando acabo la tertulia política empezaron a aparecer los personajes de la prensa del corazón. Estos hablaban de sus hijos, de sus novios y queridos, de sus sentimientos.
Los cuatro millones de parados apagaron la televisión. Creyeron estar viviendo un sueño, tal vez en otro país, en otra época. Creyeron que no podían ser ellos. Por la tarde miraron la tele otra vez. Los programas del corazón apuraban el segundo pase pero los protagonistas seguían siendo los mismos. Después llego el telediario que abría con que España alcanza los cuatro millones de parados. Salía el ministro de trabajo diciendo que les estaba buscando solución. Que la crisis era global. Que los sindicatos tenían que entenderse con los empresarios. El telediario acabo y empezó un partido de fútbol. Un chico de veinte años metió un gol. Su sueldo es de siete millones de euros anuales. Tras el partido empezó un programa del corazón. La chica de la que hablaban esta mañana, era contestada por otros tertulianos. Los cuatro millones de parados, justo antes de apagar la tele, vieron un anuncio del gobierno de la nación. “¡Orienta tu antena para la TDT o te quedaras sin tele!”. Los cuatro millones de parados abrieron una lata de sardinas y después se fueron a la cama.
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