25.2.10

Entonces la gente salía a la calle porque había tejido social. Había pueblo. Había conciencia y no sé qué cuantas cosas más. Quizás salían porque no había dvds., ni Florentino Pérez, ni tantos coches. Había prensa de verdad. De todos los colores. Había asociaciones de vecinos. Trescientos partidos de la izquierda revolucionaria que acabaron en el soe. Que estaban subvencionados por el soe para debilitar al PCE con la pasta de Billy.

Había CNT. Estudiantes que estudiaban. No había yuppies paro estaban al caer. Los hizo el soe. Había mi padre y cientos en el barrio como mi padre dispuestos a creerse todo lo que dijese Carrillo. Todo lo que ordenase. Había tantos que el partido tuvo que abrir un local, no en cada distrito, sino en cada barrio. En todos los barrios, porque parecía que todo el barrio era del Partido. Al menos lo parecía cuando los sábados había cine o una charla con unas cervezas después. El local se llenaba cuando había algo. Sobre todo cuando había priva y comida gratis. Cuando hubo que hacer el local no eran tantos. Hacer quiero decir, construir. Levantarlo con las manos, darlo de yeso, pintarlo, alicatarlo, solarlo… Entonces solo eran tres o cuatro. Los albañiles del Partido. Mi Padre y cuatro más. Los demás o no tenían tiempo o eran intelectuales. Quizás el Partido estaba lleno de intelectuales y mi padre no lo sabía. Mi padre siempre se acordó de lo mismo. De los pocos que eran para trabajar gratis para el Partido y de los muchos que eran para tomar algo cuando el Partido invitaba.

Muchos años después me lo recordaría. O el Partido estaba lleno de gorrones, o comunistas de verdad eran cuatro, o algo no cuadraba. Se demostró después lo segundo. Comunistas que se lo creyeran eran cuatro. Los demás eran gorrones que no pegaban ni chapa y que acabaron ya saben dónde, poco a poco. En el 82, en el 89, en el 91, en el 96… No han dejado de irse nunca. A veces he pensado si no sería mejor que nos fuéramos allí todos de una vez, aceptar lo que hay y dedicarnos a ser felices. Cuando pienso eso, solo tengo que preguntarme si mi padre hubiera pegado carteles de Bono, de Solchaga, de Barrionuevo o del propio González. Antes que acabar así prefiero hacerme anacoreta como Fernán Gómez. Encerrarme en casa sin tele, sin Internet y sin hablar con nadie. Leyendo y viendo películas de Luis Ponce. Hay quien prefiere ser feliz sin dignidad, y hay quien prefiere vivir la vida cabreado e indignado por no ser indigno. Yo prefiero no ser indigno a mi padre. A Alfredo Gijón. A Abelardo Martín. A Paco Olmos. A Gonzalo Justicia. Al Chato…

Al poco de morir Tierno le montaron un concierto homenaje en el Paseo de Camoes. Yo ya me había chupado todos los festivales Anti-OTAN que se celebraron en aquellos años. Íbamos los tres. Mi padre, mi madre y yo. Recuerdo una enorme en la Ciudad Universitaria durante todo el día. Todo el día música, poesía y discursos. Los discursos eran el mayor coñazo de la tierra para un niño como pueden imaginarse. Aguantar el tirón ahora de pie, luego a caballito, después a hombros… El honrado pueblo se entretenía repitiendo la última silaba de la frase. “..Porque nosotros estamos por el desarme” arme, arme, arme…. “Porque queremos estar fuera”...era, era, era… Los conciertos estaban mejor claro. Oías música aunque por aquella época con nueve o diez, la música te la traía floja. Mi madre y yo acabábamos derrengaos de mitin, de fiesta y de todo, pero para el domingo siguiente, mi padre ya tenía preparada otra movida en compañía del señor Melchor, alter-ego de mi padre, que también cargaba con toda la purrela a las fiestas. De todas maneras yo ya tenía bastante experiencia política en actos. Ya mi padre, de manera bastante inconsciente, nos llevo a mi madre y a mí a la fiesta de legalización del Partido en Lavapiés. Un chocolate o algo así. Al llegar a la estación de Lavapiés mi padre se bajó a ver como pintaban las cartas, y efectivamente. Hizo bien porque pintaban bastos y nos mando de vuelta para casa. No sería la primera vez que yo saldría corriendo en volandas de su mano. Cuando no eran los maderos, eran los guerrilleros de Cristo rey, y cuando no fuerza nueva.

Yo no sé cómo este hombre se creía aquello de “autorizado” porque ya estamos legalizados con el que intentaba tranquilizarnos y convencer a mi madre. Claro, el Partido pedía movilización y eso significaba que teníamos que ir todo el Partido. El padre, la madre y los hijos. Porque si en una casa había un militante de El Partido, toda la casa estaba en El Partido. Una pena que los caballos de la pasma no fueran del Partido, porque era verlos correr a mi lado y morirme de miedo.


La primera fiesta, la de Torrelodones fue una demostración de fuerza y compromiso. Todo el fin de semana chorreando agua y un millón de personas caladas y contentas. Por supuesto que allí estuve yo. Salimos en unos autobuses que pusieron en Moncloa, creo acordarme, llegamos al barrizal y nos pasamos el día refugiados en una caseta. Pese a no poderse celebrar a gusto, la alegría, la emoción que aquella gente joven y mayor tenía en sus caras te tranquilizaba y te hacia aguantar contento el cansancio y el no enterarte de casi nada. No había, no hay partido político en España capaz de organizar una movilización semejante de gente. El soe intento hacer una fiesta de la rosa pero el trabajo voluntario no es el fuerte de sus militantes. No digo el PP, cuyos militantes van siempre con dietas a los sitios. Lo sé porque me lo dicen sus interventores de mi colegio.

A todo esto me alegro de haber estado en todas esas movidas. Yo he visto recitar a Alberti en su primera aparición pública en España desde la vuelta del exilio. He visto a Masstriani dirigir la palabra a los vecinos en el cine de mi barrio. He visto a Dolores en la Plaza de Vista-Alegre, cuando era una plaza de toros y no un centro comercial… Me mola más poder decir que he visto a Pasionaria porque me llevo mi padre de pequeño, que llevar a mis hijos a ver a los Rolling Stones en el caso de los que tuviera, como dice Ramoncín. Aunque solo sea por no hacer algo que ha hecho Ramoncín. Ramoncín es conocido ahora como algo repelente, pero en un disco suyo en directo empieza a gritar en euskera cosas que suenan muy raras. Alguien debería investigar que coño dice ahí.


para "los ocultos"

14.2.10

No me acuerdo cuantos años tenía yo cuando nos dieron el piso. Este piso desde el que precisamente escribo ahora. En pisos como este acabaron, están acabando muchos de los de entonces su existencia. Son los del único viaje. Pueblos de La Mancha, de Andalucía, de Extremadura-Palos de Moguer- Madrid. No más. Sueldo y vivienda de protección oficial de verdad, de las de antes previo paso por chabola en el barrio Bilbao, o por el Pozo con el cura Llanos en el extra-radio de la gran urbe, mientras hacían el Máster de Lumpen-proletariado a proletariado, gens sans feu et sans aveu.


Al llegar a San Blas, que al fin y al cabo es un barrio pegado al barrio Bilbao, yo seguía flotando en el sueño de los niños y tuve la suerte de que a mi amigo Agus, a su familia, la pusieran en el portal de al lado de el mío. Aun no subían coches hasta nuestra zona y se podía jugar a la pelota sin problemas. La mudanza la hizo mi tío Chicho que era el único de la familia que tenia coche. Al llegar aquí mis padres lloraron y se abrazaron y también con los vecinos. El problema era que aunque no hubiera coches, tampoco estábamos ya en el patio, tampoco era ya una comunidad segura y además vivamos en un noveno. Y creo que fui el único idiota en no utilizar el ascensor solo hasta que cumplí catorce años.


El barrio era una colección de pisos del estado. De pisos regalados como decía mi ex-suegra. Todos iguales y pintados de ladrillo feo para que se viera que eran de pobres. El piso era grande y sigue siéndolo porque es bueno. Porque antes se tardaba en hacer un piso seis años y no seis meses como tardan ahora y así salen.


San Blas eran unas casas en el cerro de la Vaca. O eso me contaron siempre, yo nunca he sabido donde está el cerro de la Vaca. No había nada, hasta que muchos años después de la infancia nos pusieron el hipermercado de droga más grande de Europa, y mi calle se convirtió en un continuo desfile de muertos vivientes camino a Los Focos. Esos espectros venían de otros barrios de la periferia. Del centro de la ciudad. De las zonas rojas y de las azules que ya no eran tales, sino zonas pijas donde los mayores del barrio tomaban copas disfrazados en Jácara.


Sin darnos cuenta, a los de esta zona, nos convirtieron en algo diferente. Poseer un trabajo, una tele en color, y después poder tener un video, transformo las zonas obreras y a los obreros en algo que ni ellos mismos sabían qué era.

Éramos lo que Felipe González quisiera que fuéramos. ¿Ciudadanos de la OTAN? …Pues ciudadanos de la OTAN. Éramos una movida. Éramos los descamisados que habíamos llegado a no se sabe dónde. Ese barrio sin condiciones, sin alma ni esqueleto, sin servicios, lo construyeron los vecinos a base de movilizaciones que es como se consiguen las cosas. Creando la asociación de vecinos más grande del país y poniendo a esos vecinos en la calle cada dos por tres. Huelga decir quién movía la asoci. Allí donde estaban mi padre y los amigos de mi padre, había tensión, objetivos, movilización, organización. Hoy la histórica asociación de vecinos languidece con un local cerrado que solo se abre para que algunos viejos del barrio bajen a jugar a las cartas. Alguien que se creyó que canalizar las ayudas a los vecinos era ser ministro de vivienda, malverso los estatutos, se perpetuo en el mísero poder de ser “presidente” de un movimiento vecinal y se cargo la asociación. Los paisanos, que no son tontos, se organizaron en otra asociación. “La Plataforma” que pronto movilizo otra vez a todo el barrio para la regularización de la vivienda. Hacer propietarios de sus pisos a quien los había habitado toda la vida. El golfo que había dejado morir la vieja asociación quiso entonces pactar y hacer elecciones con diez años de retraso. Eso sí, había que dejarle a el de presidente. Le mandaron a mamarla y allí sigue. Con un local cerrado y cuatro viejos que pagan una cuota por inercia. Cuota que no va a ninguna parte.


Rascando un poco más en la miseria humana, me daba cuenta que no solo los dirigentes podían traicionar a la militancia por colocarse para toda la vida. También gente que se pego en la vida plantándole clara al franquismo-fascismo, era capaz de bajarse del supuesto tren de la historia y cambiar de sentido en un deportivo rumbo a un adosado en la moraleja. El trapicheo con pisos era mucho más lucrativo para el bolsillo y el espejo que aguantar a los viejos plastas desdentados dando la brasa en el local con lo de siempre. Me empezaba a coscar que el temple especial podía ser quebrado por un maletín de dinero oscuro Que la abnegación y la disciplina no era un gen más que se tenía con el carnet del Partido. Muchos del partido demostraron ser tan rastreros como los demás. Algunos destacaron para hacer meritos en la batalla de tener menos escrúpulos. Además contra más fuerte fuera el portazo que pegaras al salir, mejor eras recibido en la casa común. El resultado que escribe la historia de toda esta gente, es que en un tiempo fueron ingenuos, románticos o jóvenes. Que luego maduraron y se hicieron responsables. Pero todos sabemos que un día se dieron cuenta de que conformarte con ser honrado y dormir tranquilo era ser gilipollas. Que el dinero se movía y que solo había que tener un buen traje para acercarse a él. Que algunos estaban dispuestos a engrosar sus filas con tránsfugas y chorizos probados. Que con su formación comunista estaban además mejor preparados culturalmente. Que la vida era para listos, como el fútbol.


No sabíamos que éramos aunque Guerra nos llamo descamisados. Mejor dicho, se lo llamó a Barranco. Una suerte de borrachín que puso el soe después de Tierno. Porque antes de ser descamisados con Barranco, fuimos lo más parecido a ciudadanos con Tierno. Hasta que el hombre se murió.


En el cole nos dieron la tarde libre para ir al entierro. La Almudena no pillaba lejos del cole y fuimos porque todos hablaban bien de él. En eso había unanimidad. Los de mi clase nos encaramamos a un edificio con cúpula para ver llegar la comitiva. Efectivamente. A Tierno le quería todo el mundo. Como no iba a ser querido viniendo de donde se venía. Tierno hizo de San Isidro una fiesta popular, porque aunque ahora no se sepa y no existan, una vez hace mucho tiempo en Madrid se celebraban fiestas populares y la gente, y los vecinos salían a la calle a celebrarla. También instauro verbenas por los distritos, por los barrios. Vimos llegar a Tierno en el penúltimo gran entierro que ha tenido Madrid. Quiero decir que la gente, ese pueblo al que siempre se apela y que es tan difuso, porque el pueblo era mi padre albañil, el chico mariquita del segundo, el nazi del cuarto que siempre llevaba gafas negras y que nos achuchaba al perro en la calle, y el anciano de las batallitas del tercero… salieron a la calle. Todos fueron a ver llegar a Tierno al cementerio del este. Colapsaron las aceras y la calzada. Los autobuses y el metro. Con él se iba el último eslabón de unión entre el soe y la izquierda. La postrera dignidad de lo que fue una vez un ideal y más tarde se convirtió en la gestión de victorias electorales dentro de este sistema-consejo de administración de las grandes fortunas y multinacionales.



Mi padre se acerco después de trabajar y me vine con él. Milagroso encontrarnos entre tanta gente sin móvil. Mi padre se acerco porque Tierno dejo la Plaza Mayor para que el bloque Anti-OTAN celebrase un mitin fiesta de fin de campaña, mientras el señor X y Barranco el descamisado, le buscaban hasta debajo de las piedras para que revocara el permiso. Tierno desapareció hasta el lunes dejando claro su pensamiento ante su partido y ante sus vecinos respecto a los yankees y el cambio de chaqueta de Felipe. Reegan, uno de los mayores criminales que ha dado la humanidad, le paso factura negándose a darle la mano en el ayuntamiento. No importaba. Ya estaba Felipe para chuparle todas las partes del cuerpo que hiciera falta para que se sintiera cómodo. Cuando llego Reagan, si que se lió una buena en Madrid. En Madrid se liaban entonces pardas cada dos por tres. La derecha no asomaba el ala. Ni estaba ni se la esperaba. Era impensable que veinte años después pudiera gobernar los veinte siguientes sin atisbo de perder. El pueblo salía por la OTAN, por esto y por aquello. Reagan sacó a los madrileños a la calle a protestar. “¿Cómo se llama el cerdo?, El cerdo se llama Reagan” cantaba la muchachada aquellos días mientras llamaba de todo a González, que ya estaba empezaba a oler, no iba a ser la gran esperanza blanca de la izquierda. No iba a traer el cambio prometido. No iba a corresponder a la ilusión del país. Ni a sus promesas. Ni a nada. González dilapido el mayor caudal de votos que ha dado este país en su historia a nadie. Poco a poco. Perdiéndolos elección a elección y girando más a la derecha a medida que los iba perdiendo. González acabo casi procesado por el caso GAL. González acabó como un chorizo por la financiación ilegal del soe. Con ministros a medio camino entre caudillos y golfillos analfabetos como Barrionuevo o Corcuera.


“Tantos Sis a favor. Tantos Nos en contra”-Barrionuevo dixit leyendo los resultados del referéndum por la OTAN. Barrionuevo acabo en el trullo por chorizo y criminal. Bonita forma de acabar el primer gobierno de izquierdas desde la guerra.

“Felipe aprende, Ortega no se vende” cantaba otra vez el pueblo en la calle cuando vino el Comandante Ortega. Nicaragua estaba de moda. El Salvador estaba de moda. Palestina estaba de moda. Chile estaba de moda… Todas las causas justas del mundo tenían su apoyo y manifestación correspondiente en Madrid. En Madrid se salía a la calle por lo que hiciera falta, y se salía de verdad. González colorado ante Daniel Ortega que intentaba calmar a las masas clamantes ante el lameculos de Felipe.


“…Aprende, Ortega no se vende” No se vende al yankee como hizo él en cuanto llego al poder. En realidad ya se había vendido antes. En realidad siempre estuvo vendido. Desde que nació. Desde que llegó al soe. Desde que abandono el marxismo. Desde que dijo que nos sacaría de la OTAN. Felipe era un sicario de la CIA y de Billy Brant. Felipe solo tenía por ideología el anti-comunismo militante. Cualquier cosa era válida contra el Partido Comunista. Desde dejarle sin grupo parlamentario, a llamar mierda a Julio Anguita.

Para Raúl Soto y Toni Kuratti.